5 abril 2006
Voluntad contra libertad
 

Si las cosas son como las cuentan los teletipos y no esconden ninguna añagaza por parte de su protagonista, el caso del vallisoletano Álvaro Escudero merece pasar a los anales de la ya de por sí bipolar, esquizofrénica e hipocondríaca Historia clínica colectiva de Castilla y León. Aquejado de un pie equino que le obliga a desplazarse en silla de ruedas mientras no se le ampute y pueda recurrir a las muletas, Escudero ha traspasado por esta vez a los médicos y enfermeros que le atienden ese calificativo de “paciente” que, por lo demás, evoca casi siempre unas connotaciones extraordinariamente precisas. No puede definirse con otra palabra la actitud de los profesionales del Hospital Clínico Universitario, que en 17 ocasiones han tratado de cumplir el deseo de operarse de Escudero, y otras tantas el tipo ha terminado apartando de sí ese cáliz y fugándose del centro al llegar la hora de cortar literalmente por lo sano.

El interés no radica en preguntarse si está justificada la denuncia con la que amenaza a Sanidad por escatimarle la operación a la décimo octava. Es decir, si la fobia a los hospitales que le reconocen a Escudero un psiquiatra del Clínico y un juzgado de Valladolid es un motivo suficiente para que el personal sanitario acepte las explicaciones del huidizo discapacitado, quien afirma no haber tratado de reírse de ellos sino que, una y otra vez, no puede resistir el miedo a “quedarse en el quirófano”.

Lo fascinante es que esa justificación, aunque fundada, lo está, como mucho, en un grado mayor y no de forma cualitativamente distinta a como un fumador no puede dejar de fumar, un menor de suspender o delinquir, un violador de volver a las andadas y un marido infiel de reponer los cuernos a su mujer. A unos y otros se les acusa de no tener “voluntad” para enmendarse, pero, lo que es “voluntad”, de voleo-volere ('querer'), es justo lo que no les falta. Muy al contrario, es la colisión con la libertad, ese etéreo vocablo que paradójicamente tiende a vincularse con la voluntad, lo que les hace imposible llevar a cabo su deseo. ¿Porque quién marca la frontera entre la inclinación y la determinación, entre la flaqueza y la patología?

A ciertas leyes, castigos y terapias les falta dar un paso que no acometen por el escrúpulo de anular completamente la libertad, como si ésta fuera el valor más preciado del hombre y no la circunstancia que neutraliza su voluntad y le reduce a la esclavitud. Para prevenir consecuencias no mucho más graves que las que amenazan a Álvaro Escudero o a alguno de los tipos comunes arriba enumerados, el prudente Ulises mandó que le ataran al mástil para no escuchar el canto de las sirenas

 

 

Referencias y contextualización

Álvaro Escudero, que tenía un pie equino que debía ser amputado, aun queriendo operarse se había escapado 17 veces del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, al parecer por padecer de una fobia a los hospitales que había sido acreditada por un psiquiatra del mismo hospital y un juzgado de la capital vallisoletana. La Consejería de Sanidad de Castilla y León se negaba a intentar la operación por 18ª vez, y el abogado de Escudero amenazaba con querellarse judicialmente por ello.

 

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