13 enero 2010 |
Abordaje a los intermediarios |
Quizá no sea éste el mejor momento para decirlo, después de que la nieve paralizara durante un par de días la vida de la tribu como si estuviéramos en pleno Paleolítico y la glaciación les hiciera un feo a los chamanes que auguran un cataclismo de calor si los nómadas no obedecen la orden de volver a comerse la carne cruda. Pero sí, los tiempos cambian, y los modos y relaciones de producción también. Hace 10.000 años, las innovaciones técnicas ahorraron a los hombres la necesidad de trasladarse para abastecerse de alimentos; ahora ocurre lo mismo, sólo que con las películas y canciones. Ya es hora de que nos demos cuenta de que internet no va contra los productores, ni los de mercancías ni (permítaseme la macrometonimia que supone nombrar el todo por una parte ínfima) los de obras de arte. Ésos son insustituibles. El hito que ha marcado la red en la evolución del sistema económico es que permite prescindir de los intermediarios. Uno ya puede comprar directamente al proveedor saltándose toda la cadena de distribución, que da trabajo a mucha gente pero también hincha de forma notoria el precio final del artículo y, de paso, los bolsillos de algunos aprovechados. Por supuesto que los creadores deben cobrar por su trabajo, y hay que reconocer que la redacción definitiva que recoge la disposición final primera (hay 39) de ese batiburrillo indigno de llevar el nombre de ley (y ya veremos si de economía sostenible) es la correcta, pues se limita a cerrar las webs piratas que tienen "ánimo de lucro, directo o indirecto" (es decir, por medio de la publicidad). Nadie podrá ya tirar balones fuera apelando con descaro y sin ningún rigor a la libertad de expresión. Sin embargo, el paso siguiente va a ser la aparición de páginas que permitirán intercambiarse sin beneficio económico para nadie las pelis y discos que cada uno de nosotros se haya comprado o descargado antes. Es decir, continuaremos aprovechando la maravillosa oportunidad de ampliar nuestro inventario de bienes culturales desde casa y a coste cero, y los creadores cobrando unas pocas copias que luego correrán de ordenador en ordenador. La única, fácil e inexorable solución es que éstos ofrezcan gratuitamente sus obras en sus propios portales de internet y se nutran de los anuncios que inserten en ellos otras empresas atraídas por su número de visitantes. La calidad del formato en que se graben las canciones y sobre todo las películas será inferior, pero su coste de producción también; y, aunque les duela a muchos buenos aficionados, recuerdo que, históricamente, el capitalismo industrial siempre ha dado la victoria a la cantidad barata producida en masa, dejando a lo sumo la calidad cara para nichos marginales del mercado, como los objetos de lujo o de coleccionistas. Más dolorosa será, con todo, la desaparición de intermediarios tan entrañables como los cines. Mucho me temo que la evolución económica no va a tener la delicadeza de pararse a distinguir entre ellos y las discográficas.
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Referencias y contextualización El viernes 8, el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto de ley de economía sostenible, cuya disposición final primera establecía el procedimiento para cerrar las páginas webs que ofrecieran enlaces a películas o canciones piratas. El lunes 11, se publicó la redacción definitiva de este apartado. Desde que el Gobierno anunció que actuaría legalmente contra la piratería por internet, no había cesado la polémica entre los creadores, que reivindicaban su derecho a cobrar por su trabajo, y un amplio sector de la población acostumbrado a descargarse canciones o películas; éste defendía con frecuencia que el cierre de páginas web constituye un atentado contra la libertad de expresión. Hacia el año 8.000 a.C., unos dos mil años después de la última glaciación, el descubrimiento de la agricultura permitió a los hombres abandonar el nomadismo. El lunes 11 y martes 12, España se vio azotada por un temporal de nieve que paralizó muchas actividades y que algunos aprovecharon para cuestionar los supuestos efectos del cambio climático provocado por el progreso técnico humano.
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