14 mayo 2008 |
Alfonso XIII, un rey adelantado por su tiempo |
La Historia siempre acude puntual y solícita a desempeñar su papel de coartada y trompetera de festejos conmemorativos. Cuando apenas habían comenzado a apagarse los ecos de la fanfarria del bicentenario del Dos de Mayo (el 2-M, se le habría bautizado en esta sincopada época nuestra), Valladolid se vistió de gala obsoleta para honrar a Alfonso XIII con un recibimiento por todo lo alto, acorde con el alborozo con el que España le despidió mientras se ataviaba de otra moda hoy también pasada de moda. Folclorismos aparte, el monarca redivivo estaba francamente bien caracterizado y el actor que le encarnaba supo imitar sus maneras joviales y populistas, que al parecer le recomendó la reina madre María Cristina y que luego heredaría por línea directa Juan Carlos I, consciente como su abuelo de que en estos tiempos “no se reina por la tradición sino por la simpatía y actos personales del soberano”. En este último caso, con tanto éxito que su afabilidad y su innegable acierto en algunos hechos puntuales, que ya quedan entre 26 y 32 años a nuestra espalda, se bastan para que cualquier intento de poner de manifiesto el absurdo conceptual de la monarquía se tache de inoportuno e impertinente. Alfonso XIII también habría sido un buen rey para 1812 ó 1976, cuando el signo de los tiempos era reducir las funciones del soberano a las de símbolo y notario. Como su nieto, carecía de afán de poder y se hallaba a gusto en el papel más cómodo, agradecido y paternalista de “primer ciudadano del Estado”, como le definió Francesc Cambó. Pero cayó en la época equivocada. Su imagen de rey joven, dialogante y liberal, casi adelantado a su tiempo, se volvió anacrónica e inoperante cuando el caótico parlamentarismo de la Restauración cayó en descrédito y él se vio adelantado por la izquierda y por la derecha por las dos fuerzas que ya daban un paso al frente con la idea de despedazarse a conciencia sin rémoras del pasado. Su fracaso terminó siendo, curiosamente, el mejor legado que dejó a su descendiente. En 1975, los políticos y los militares, o los clericales y los ateos, no se detestaban menos que en 1936. Pero la Historia no se repite nunca. Unas veces porque, aunque parezca hacerlo, el significado del remake no es el mismo que el del original por su propio carácter de secuela. Y otras, como la que nos ocupa, porque la película primigenia fue tan terrorífica que ni a las mentes más retrógradas les quedan ganas de versionarla.
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Referencias y contextualización El domingo 11, Valladolid celebró el acto conmemorativo del centenario de la construcción de su Casa Consistorial durante el reinado de Alfonso XIII. Una crónica del festejo se puede encontrar aquí. Sobre el bicentenario del comienzo de la Guerra de la Independencia tratan "1808: el mito de todos" y "Parábola de El Empecinado". |
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