21 mayo 2008
Grilletes en la conciencia
 

La sociedad tiene mala conciencia respecto a los presos. La gente intuye que la presunción de que los reclusos han sido malos y debe castigárseles por ello no cuadra del todo bien con los hechos. De vez en cuando, los testimonios de algunos condenados aparecen en la prensa, y entonces ni siquiera nuestra necesidad de sentirnos bien con nosotros mismos puede ignorar que los parajes sórdidos por donde les ha llevado la vida, o bien un impulso más fuerte que la voluntad, han sido cómplices necesarios o incluso los autores intelectuales del delito.

Todavía solemos apelar a la libertad individual, que es, junto con la nación, el último mito metafísico vigente en la cultura racional, materialista y relativista. Lo erradicaremos cuando los científicos desentrañen los mecanismos del cerebro y demuestren que el hombre se comporta ante cualquier circunstancia obedeciendo a un esquema de estímulo y reacción, complejísimo pero en último término finito y automático, que no deja al individuo oportunidad de escoger una opción distinta a la que finalmente toma. De momento, y aunque ya sabemos que no somos más que un cerebro, que el cerebro no es más que materia y que la materia no puede ser sujeto sino sólo objeto, nos aferramos a la ficción de que a los culpables les quedaba (¿dónde?) un resquicio ajeno a la masa neuronal en el que radicaba su posibilidad de elegir y por el que se les puede pedir cuentas.

Sin embargo, se diría que ese mito tampoco nos convence, puesto que no aplaca los escrúpulos que nos produce tener a personas encerradas y tenemos que inventarnos una justificación tan inverosímil como la reinserción, una rectificación tan arbitraria como la redención de días de condena y una laxitud tan peligrosa para los funcionarios de prisiones como la prohibición de poner grilletes a los FIES. Sería más noble y sensato admitir que la única legitimación de las cárceles es el derecho que tiene el resto de la población de sentirse segura, y que, igual que se interna en residencias a los enfermos mentales peligrosos, aun sabiendo que no tienen ninguna culpa de serlo, hay que encarcelar a los delincuentes para retirarlos de la sociedad y disuadir a sus potenciales imitadores. Ante tan perentoria necesidad, no caben remordimientos que nos apresen el raciocinio y nos induzcan a ofrecer contraprestaciones simbólicas, de escaso valor para quien ve cómo sus días se dilapidan en una prisión pero suficientes para convertir en un infierno los de los trabajadores que los custodian.

 

 

Referencias y contextualización

Esta semana, los funcionarios del Centro Penitenciario de Villanubla en Valladolid sufrieron dos agresiones por parte de los FIES (presos catalogados como muy peligrosos para los propios reclusos) y se quejaron de la desprotección que sufrían debido a que la Secretaría General del ramo prohibía poner grilletes a los internos en los registros y traslados de celda. Una crónica de los hechos puede leerse aquí. Un artículo más extenso que trata de desmontar la suposición de que el hombre es libre es "Sobre el determinismo".

 

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