16 septiembre 2009
Ante la paternidad
 

 

Tan desasosegante como la programación de la tele, que, cuando se acerca tu boda, parece llenarse de películas de tema nupcial, casi siempre con ceremonias desastrosas e incluso novias a la fuga, al Magazine del domingo no se le ocurrió otra cosa que inaugurar con un reportaje sobre la paternidad resignada el curso en el que se me acaba la moratoria que me concedió la autoridad marital para cumplir con el precepto de “creced y multiplicaos”.

Que conste que a mí siempre me han gustado los niños, pero los de los demás, como a Michael Jackson; la responsabilidad de criarlos es otra cosa. Sin embargo ahora, si Dios y mi santa quieren y, como es de esperar, hácese su voluntad y no la mía, tarde o temprano algún mísero bichito con flagelo me alistará entre los varones que tuvieron abjurar de su juramento de morir sin descendencia. Por lo visto, son legión; una legión de mártires que agacharon la cerviz ante el instinto maternal mientras los biólogos, para mayor escarnio, les decían que, en realidad, se estaban muriendo de ganas de dejar su semillita para perpetuarse.

Intuyo que los padres del reportaje sabían igual que yo que Cronos los va a devorar como a todos sus hijos, independientemente de lo abnegados que se muestren ellos con los suyos. Pero también sabían que la maternidad era una condición sine qua non de la felicidad de sus parejas y que no tenían derecho a negársela. Por eso, aun siendo biológicamente incapaces de amar al niño que aún no existe y de entablar con él una comunión como la que le unirá a la madre cuando exista, pasaron por el aro para prorrogar, una generación más, la alianza secular entre las motivaciones de ambos sexos; un pacto tan fuerte que ya ha resistido al feminismo, a los anticonceptivos y al amor libre.

La recompensa del sacrificio debe de ser la ocasión de quedarse eternamente embobado ante las sonrisas, los balbuceos, el llanto musical de los niños pequeños. Columpiarse en la irresistible ternura que inspiran y que permitió su supervivencia (a la postre, la de la Humanidad) en todo tipo de sociedades a las que no resultaban útiles. Sobre todo, seguir minuto a minuto su aprendizaje, la curiosidad de sus ojos desmesuradamente abiertos; su interpretación virginal del mundo, ajena a las categorías que los adultos damos por supuestas.

No sé por qué me da que, más que un padre, terminaré siendo un entomólogo.

 
 

 

Referencias y contextualización

El reportaje del Magazine de El Mundo al que hace referencia este reportaje puede leerse aquí . Cronos, o Saturno, es el dios que representa al tiempo, y por eso se dice de él que devora a sus hijos.

 

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