18 agosto 2010 |
Bayonetas caídas |
La huelga de “bolis caídos” que reconocen estar llevando a cabo bastantes agentes de la Guardia Civil tiene un punto entre naïf y picaruelo que no podía menos que despertar la simpatía de los ciudadanos, siempre más proclives a sentir que “infractores somos todos” que a empatizar con Hacienda como hogar común de los contribuyentes y madre de los servicios públicos. Si no fuera por la mala suerte que persigue al Gobierno, que pone un plan de reducción del déficit y le crecen los tricornios, cualquiera diría que se trata de una campaña oficial para hermanar a la sociedad con sus Cuerpos de Seguridad. Desde luego, la iniciativa de la Guardia Civil cumple a la perfección con el propósito preventivo y no recaudatorio que la DGT dice que orienta siempre sus iniciativas. Cualquiera que se dirija raudo y veloz a su destino vacacional sabe que, si se despista con el acelerador, un coche patrulla puede hacerle un guiño cómplice con el intermitente y, ya en el arcén, un guardia invitarle a bajar la ventanilla con una reverencia y susurrarle: “Señor, le comunico que iba a 160”. “Ah, lo siento, no me he dado cuenta”. “No, faltaría más, era sólo para informarle”. “Muchas gracias, intentaré no volver a hacerlo”. “Tranquilo, si se excede, otro compañero volverá a informarle de nuevo”. “Estupendo”. “Siempre para servirle. Por su seguridad. Buen viaje”. Esta escena berlanguiana sería impensable si los regímenes de las Fuerzas de Seguridad no fueran todavía a estas alturas más propios de los tiempos de escopeta nacional. No es de recibo que, una vez depuestas las bayonetas y sometidas al poder político, sus agentes no tengan los mismos derechos sociales y laborales que el resto de ciudadanos. Resulta anacrónico que los policías y militares no puedan manifestarse ni declararse en huelga, por si acaso nos invade Marruecos, cuando tenemos bien constatado el perjuicio social mucho más grave y real que suponen las movilizaciones de sectores privilegiados que sí pueden convocarlas. Si la aristocracia de hoy ya no es la del franquismo, corresponde al Gobierno desenfundar los boligrafos y redactar de una vez una ley de derechos de los militares y un reglamento de la Guardia Civil acorde con la democracia.
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Referencias y contextualización Debido al descontento de los agentes de la Guardia Civil y en especial de su asociación sindical AUGC con las condiciones laborales y salariales del Cuerpo y ante la imposibilidad de manifestarse o declararse en huelga, los guardias estaban llevando a cabo este verano una de "bolis caídos", consistente en reducir al máximo el número de multas de tráfico que ponían, con la consiguiente merma para los ingresos del Estado precisamente en un momento en que el Gobierno trataba de reducir el déficit público. La escopeta nacional es una película de Luis García Berlanga que criticaba a las clases sociales privilegiadas durante el franquismo, entre ellas la militar. Por estas fechas, los controladores aéreos, con un salario y unas condiciones de trabajo mucho mejores que los guardias civiles, habían amenazado con convocar una huelga provocando un gran número de cancelaciones de reservas turísticas, con evidente perjuicio para este sector.
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