11 junio 2008 |
Cartillas de racionamiento |
Hace 60 años, los españoles se agolpaban en colas interminables ante los mostradores de los funcionarios de abastos para canjear su cupón de la cartilla de racionamiento por la provisión de comida que se les asignara. Ahora somos más desarrollados, más capitalistas o bien tenemos una boca más insaciable que alimentar en del depósito del coche, y por eso nuestra crisis de subsistencias la desencadena un paro patronal (los transportistas en huelga son autónomos, no empleados) y se traduce en hileras de vehículos que hacen acopio de gasolina para prevenir el invierno. Que las necesidades de la población vayan transformándose es un fenómeno lógico, y no viene al caso entonar bucólicos reproches al progreso por crearnos dependencias que antes no teníamos. Sólo que, entonces, el Gobierno debería demostrar su cacareada sensibilidad a los cambios sociales, catalogar la gasolina como un producto de primera necesidad e intervenir para garantizar su suministro, racionado o no, independientemente de las coyunturas, en vez de negociar las exigencias ilegales (no está permitido pactar precios o tarifas) de quienes nos lo escatiman con métodos fascistas como bloqueos de carreteras, sabotajes y piquetes con la esperanza de sacar provecho a la carestía en la mejor tradición del estraperlo. La otra opción es, simplemente, dejar que rueden los engranajes del libre mercado. Lo que no es de recibo es este punto medio entre liberalismo e intervencionismo, que obligaría a los contribuyentes a subvencionar a los transportistas para que no les resulte tan gravosa la subida de un producto que es imprescindible para todos. Cuando unos obreros sufren el cierre de su fábrica, es justo hacer un esfuerzo fiscal en su auxilio, igual que con los jubilados o los enfermos. Pero los empresarios y los autónomos tienen otras opciones: trasladar los costes al cliente, no hacerlo y barrer a la competencia, tirar de beneficios acumulados o cambiar de negocio. Esto de promover desde el sector público VPO para rescatar a los constructores, planes renove para salvar a la industria automovilística y medidas para compensar un cambio en las condiciones del mercado a trabajadores por cuenta propia es un agravio comparativo para aquéllos que tuvieron que abandonar su actividad por una reducción de la demanda, una disminución del margen de beneficio o la afluencia de competidores. Si uno elige este camino profesional, sabe que puede obtener grandes réditos, pero renuncia de antemano a pedirle al Gobierno cartillas de racionamiento.
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Referencias y contextualización Estos días, las huelga de los transportistas autónomos para exigir que el Gobierno les aliviara la subida del petróleo con una tarifa mínima había provocado el desabastecimiento de las gasolineras y las consiguientes colas para llenar el depósito. Otro artículo sobre las medidas de presión de los huelguistas y la necesidad de imponerlas ciertas restricciones es "Los límites del derecho de huelga". |
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