26 noviembre 2008
Crucifjo por defecto
 

 

Es reveladora la forma en que han planteado sus réplicas los portavoces políticos, eclesiásticos y sociales de Castilla y León que han expresado su contrariedad por la sentencia sobre los crucifijos del Macías Picavea. “Nadie los ve como un elemento de agresión”, dijo Herrera; “a mí no me condicionan”, subrayó León de la Riva; “el crucifijo no debe herir a nadie”, pontificó Braulio Rodríguez. En cambio, retirarlos ha sido, según la Concapa, “un ataque rabiosamente laicista”.

A juzgar por los comentarios de presidente, alcalde y arzobispo, parece que, hombre, no es que tuvieran un interés especial en mantener los símbolos cristianos en las aulas, pero total, para qué quitarlos, si no hacen mal a nadie, qué ganas de incordiar. Como la monarquía, vamos. Pero, si su inquietud es ésa, nuestros adalides de la paz y la armonía no tienen de qué preocuparse: la ausencia de crucifijos tampoco condicionará, agredirá ni herirá a nadie. Es más; si hasta ahora los pejilgueros e intolerantes eran, por lo visto, los que se tomaban la molestia de cuestionar la inercia, en adelante digo yo que serán los padres de alumnos católicos (más bien, los padres católicos de alumnos) o la propia Junta quienes incurrirán en un ataque rabiosamente fundamentalista si se empeñan en discutir la nueva normalidad (la única digna de tal nombre) recurriendo la sentencia.

A fin de cuentas, había que tomar una opción: o hay crucifijos en las aulas, o no hay crucifijos. No cabe término medio. Y, puestos a elegir, parece lógico que la opción por defecto privilegie la neutralidad del laicismo, y que sea el crucifijo el que tenga que justificar su existencia acreditando un mérito más positivo que el mero hecho de no ofender a nadie. Sería un poco chusco dejar las cosas como están cuando el statu quo se debe a la herencia del franquismo. Si nos atenemos a la Constitución, es obvio que no hay motivo para que los símbolos cristianos se mantengan en los colegios públicos.

Siempre me ha parecido convencional, arbitrario y perezoso basar una argumentación en la autoridad de la Carta Magna. Pero menos validez tiene todavía apelar a nuestra supuestas identidad, cultura o raíces cristianas. Porque la Historia no justifica nada y, ¿acaso alguien piensa todavía que la sociedad de hoy se configura en base a unas influencias cristianas? Si las aulas de los colegios han de exhibir un signo verdaderamente representativo de nuestra civilización, y no una simple opción por defecto, propongo desde aquí que en todas ellas se cuelgue, orgullosa y rampante, la abreviatura del dólar.

 

 

 

Referencias y contextualización

El Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número dos de Valladolid ordenó retirar los crucifijos y otros símbolos religiosos del colegio público vallisoletano Macías Picavea. Un resumen de la sentencia y la situación se puede leer aquí, y las reacciones contrarias a las que se refiere el artículo aquí. Otro artículo sobre este tema, publicado cuando la Asociación Cultural Escuela Laica tramitó la denuncia, y que argumenta por qué el laicismo no es una ideología alternativa al cristianismo sino la no-ideología y la neutralidad es "El fundamentalismo laico no existe".

 

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