30 marzo 2005 |
Del vía crucis a la gran encrucijada |
La procesión del Viernes Santo ya no es un vía crucis. Ha perdido el hermetismo solemne que le confería ese carácter conscientemente teatral y ritual al que Enrique Gavilán atribuye su secular eficacia comunicativa. Ahora sólo los luises mantienen el voto de silencio, los viandantes no tienen el menor reparo en atravesar el séquito y los penitentes adultos únicamente dan instrucciones operativas a los niños para dejar bien alto el pabellón de la cofradía. A los padres les gusta llevarse a sus hijos, en una sintomática vuelta a la génesis gremial de las procesiones. Y con la liviandad de la presencia infantil poco pueden los efluvios de incienso. El público, entre tanto, ensalza la decoración floral de los pasos o la perfección de las tallas, pero no se sumerge en la historia más que alguna vez que lo intenta con todas sus fuerzas para no sentirse demasiado turista. Los sacrificios de los cofrades descalzos con madero al hombro se contemplan como gestos personales, contratos bilaterales con Dios. La cruz ya no es el signo de los tiempos. Se ponga como se ponga el presidente del Ateneo, a nadie le gusta hacer bandera de la debilidad y el consuelo. La imagen dolorida de un Papa puede impresionar un rato, pero con los años se vuelve reiterativa, inútil y obscena. La procesión vallisoletana no se afana en reeditar vía crucis a destiempo. ¿Lo seguirá haciendo la Iglesia ante la encrucijada histórica a la que se enfrenta? El Padre Fernando José Corral, jesuita además de uno de mis mejores y más admirados amigos, vaticina que en el inminente cónclave habrá sorpresas, porque los cardenales designados por Juan Pablo II son mayoritariamente conservadores pero también individuos inteligentes que perciben la crisis. Parece mentira que todavía no se hayan dado cuenta de que su mejor activo es que los cristianos auténticos de base (los no fariseos) son siempre unos tíos estupendos, que han canalizado su idealismo por el cauce de Jesús de Nazaret igual que otros lo han hecho por el del Che Guevara y mantienen una cosmovisión y una actitud frente al mundo que podría refrescar mucho la atonía generalizada de la sociedad. No es que el de Jesús sea, como se dice a veces, el mayor mensaje que ha recibido la Humanidad. Fue una revisión del judaísmo sencillita, pero valiente y original, y conserva su gancho para muchos espíritus afines que ya están demostrando notoriamente que pasan de prejuicios morales, jerarquías antediluvianas y disparates míticos posteriores a Jesús como la infalibilidad del Papa, la inmaculada concepción o la misma resurrección que se le supone a un dios y que a Braulio Rodríguez le parece tan imprescindible. La Iglesia debe ponerse en manos de los cristianos de base ya. No tiene margen de error, es el púgil agotado al que sólo le queda un golpe para ir a la lona. Y, a lo sumo, éste llegará dentro de veinte años, cuando la juventud actual tome los mandos de la sociedad. Como siga optando por encomendarse al Espíritu Santo, para entonces los católicos practicantes no serán en Europa más que una comparsa minoritaria y exótica carente de voz y de voto.
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Referencias y contextualización El 25 de marzo, Viernes Santo, recorrió las calles de Valladolid la tradicional Procesión General de la Pasión del Redentor, acontecimiento de gran solera en la capital castellana. En los días previos, el arzobispo de Valladolid, monseñor Braulio Rodríguez, había dicho en dos ocasiones que sin la certeza de la Resurrección de Cristo nada tendría sentido. En la procesión del viernes participaron 19 cofradías, de las cuales sólo hace voto explícito de silencio durante la marcha la Hermandad Penitencial de Jesús Atado a la Columna, cuyos miembros son popularmente conocidos como "los luises" por su advocación a San Luis Gonzaga. El sábado 26, el presidente del Ateneo de Valladolid, Gonzalo Munielo, pronunció un severo discurso en la ofrenda a la Vera Cruz, que terminó con la proclamación de la Virgen como "Reina del Dolor". En su discurso, Munielo criticó la descristianización de la sociedad, aludiendo directa o indirectamente al matrimonio homosexual, la "promiscuidad", el aborto y la asignatura de Religión en las escuelas públicas, y proclamando "somos débiles, necesitamos consuelo y te traemos nuestros dolores personales". Al día siguiente, el Papa Juan Pablo II evidenció un día más su deterioro físico al no conseguir articular palabra en la bendición urbi et orbi un par de semanas después de que se le practicara una traqueotomía. Algunos teólogos progresistas reavivaron el debate sobre la conveniencia de que siguiera al mando de la Iglesia. El dogma de la Inmaculada Concepción lo promulgó el Papa Pío Nono en 1854. Dieciséis años después, el Concilio Vaticano I, convocado por este mismo pontífice, aprobó con las reservas o la oposición de casi una cuarta parte de los obispos el de la infalibilidad del Papa. La divinidad de Jesús de Nazaret fue igualmente decretada en el Concilio de Nicea (325). Una sólida relación de las contradicciones evangélicas acerca de la supuesta resurrección de Jesús se pueda hallar en el libro Mentiras fundamentales de la Iglesia católica, de Pepe Martínez (Ediciones B, Barcelona, 1997), o en el enlace http://www.pepe-rodriguez.com/Mentiras_Iglesia/Mentiras_Iglesia_resurreccion.htm Sobre la Semana Santa vallisoletana versa también "Pasión y muerte".
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