23 marzo 2005
Nuestra guerra
 

Quizás acertara el otro día Regalado cuando señaló que en Castilla y León no sentimos eternamente presente la contienda fratricida, y por eso no necesitamos derribar anomalías cuando menos falta hace, ni nos valemos de pico y pala para dar a la piedra muda la resonancia que no tenía, ni recurrimos a métodos cutres para condenar sin apelaciones ni atenuantes a quien ya ha sido sobradamente apartado del ideario colectivo. Pero seguimos confundiéndonos de guerra cada vez que presentimos que desde Cataluña o el País Vasco vienen de nuevo a tocarnos los carpetovetones.

Nuestra pugna con Cataluña no debería focalizarse en los originales de unos documentos a los que ellos otorgan un alto valor simbólico, especialmente cuando en un archivo resultan mucho más útiles digitalizados. Donde nos la jugamos y donde tenemos razón es en la solidaridad territorial que, como dice la Junta, no es compasión sino justicia. Siendo rigurosos, Cataluña nunca ha pretendido abdicar de su responsabilidad, sino limitarla a un porcentaje de su PIB; no ha aspirado a que se compense su déficit fiscal, sino a que se reconozca que existe. Incluso el criterio de pagar por renta y recibir por población sería el más equitativo si no hubiera por medio una dispersión, un envejecimiento y una desigualdad que corregir. Pero ERC, ahora posibilista en lo político, busca un tanto en el campo que menos le distingue, el financiero, en el que ni siquiera ha hecho una propuesta propia para el Estatut y en su lugar se ha sumado a la de CiU. Los catalanes, de izquierdas o de derechas, siempre tan orgullosos de su riqueza, desde que en el siglo XVIII se inventaron que su esencia intemporal es el amor al trabajo. Sólo cien años antes, en toda Europa catalán era sinónimo de bandolero.

De igual manera, lo que nos importa dirimir con el País Vasco no es Treviño, un asunto en el que lo único que ganamos los ciudadanos es la siniestra honrilla de conservar una pica enclavada en Euskal Herria. Por lógica, geografía, democracia y bienestar, los nacionalistas tienen toda la razón. Sería más interesante que lucháramos por la supresión de las ventajas fiscales, no suplicando improbables subvenciones a nuestras empresas sino exigiendoque la UE garantice la libre competencia. Lo más curioso es que, si Euskadi fuera un Estado independiente, se acabarían los privilegios y los conciertos y Europa armonizaría las políticas fiscales. Supongo que la mayoría de mis conciudadanos deplorará esa posibilidad, pero ello sólo demuestra que, cuando se trata de elegir entre las motivaciones económicas y las patrióticas, los castellanos seguimos equivocándonos permanentemente de guerra.

 

 

Referencias y contextualización

En la madrugada del miércoles 16 al jueves 17, el Gobierno mandó retirar la estatua ecuestre del general Franco que se mantenía en la plaza de San Juan de la Cruz, en Madrid. Ante la polémica montada entre los partidarios y los detractores de esta decisión, Regalado, columnista de Diario de Valladolid, destacó que en Castilla y León perviven muchos nombres de calles referentes al franquismo, y que apenas generan enfrentamientos porque en esta región se ha dejado definitivamente atrás la Guerra Civil. Sobre los cambios en el nombre de las calles por razones de revisionismo histórico, ver "Nomenclátor". A la memoria histórica que resultaría más importante rescatar en estos momentos se refiere el último párrafo de "El partido de presentación".

Castilla y León se había visto envuelta en una polémica con Cataluña por el asunto de la devolución de los documentos originales de la Generalitat, alojados en el Archivo de la Guerra Civil, ubicado en Salamanca (ver "Yo también me habría abstenido"). En las últimas semanas, la Junta llamó la atención sobre la supuesta falta de solidaridad de los catalanes, que estarían tratando de negociar un Estatut que reconociera su déficit fiscal, la pusiera un límite en el futuro en forma de porcentaje sobre el PIB (2%, según la propuesta de CiU) o de cálculo en función de la renta y la poblacióny, a ser posible se hiciera cargo de las deudas de la Sanidad autonómica. Castilla y León consiguió que el ministro de Economía, Pedro Solbes, reconociera su reclamación de que la dispersión y el envejecimiento fueran dos de los factores a la hora de distribuir los fondos del Estado.

De los comienzos de la industrialización catalana, a finales del XVIII, data la construcción de un mito étnico o de identidad quese vanagloriaba de la gran capacidad de trabajo que tiene el catalán.frente al castellano; sin embargo, como recuerda el historiador John H. Elliott, el XVII, la gran densidad de bandoleros que había en el Principado motivaron que en Europa catalán sonara como decir bandolero.

Respecto al País Vasco, la principal querella castellana era la pretensión del Plan Ibarretxe de anexionarse el condado de Treviño por medio de un acuerdo con el Gobierno central, sin preguntar a la Junta (ver "Demostremos"). Además, ésta se quejaba de que el impuesto sobre las sociedades fuera menor en el País Vasco, lo que estimulaba la deslocalización de industrias

Una parodia de la relación de Castilla con el País Vasco y Cataluña se puede leer en "Las muelas del juicio".

 

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