25 octubre 2006
Derechos humanos y eurocentrismo
 

 

Hay algo todavía más improbable que la llegada de la era de aplicación de los derechos humanos que proclamó, supongo que a modo de desiderátum, el congreso desproporcionalmente bautizado como “segunda Controversia de Valladolid”. Algo menos factible, aún, que el que el nuevo retoño de la prolífica y desvergonzada familia de los observatorios pueda hacer otra cosa que observar (no con telescopio ni logaritmos, sino igual que usted y que yo, básicamente porque ahí no hay nada que analizar) las sucesivas conculcaciones de tales derechos que tengan a bien ordenar esos dos patrimonios de la naturaleza humana, la codicia y la ambición de poder, que no necesitan que les dediquen congresos para exhibir su carácter universal, inherente e inalienable. Algo más inverosímil, si cabe, que la posibilidad de que Castilla y León se convierta de ahora en adelante en un referente mundial en la materia gracias al documento de conclusiones obvias que pronto empezará a publicitarse bajo el fatuo membrete de “Declaración de Valladolid” u otro parecido.

Lo verdaderamente difícil es que alguien consiga “conciliar la universalidad de los derechos humanos con la diversidad de las condiciones nacionales”, tal y como se propugnó en el congreso. O que, siguiendo los consejos de Belisario Betancur, se defiendan los derechos de las tribus andinas sin caer en el eurocentrismo.

Los derechos humanos son, de hecho, un ejemplo claro de eurocentrismo. Por mucho que la gente repita que los tenemos desde la cuna y por nuestra condición de personas, es evidente que sólo nos pertenecen por haber nacido después de 1789. O, en el caso de la dignidad supuestamente implícita al hombre, por haber heredado el paradigma cristiano que nos la confiere por ser hijos de Dios. Nuestras presuntas prerrogativas universales son una simple convención, resultado de una evolución cultural concreta. En el tono y el contenido de las declaraciones de derechos humanos, en sus presencias y sus ausencias, late la cosmovisión euroatlántica.

Betancur o el juez Guzmán pueden apelar a la Declaración de la ONU para reclamar la protección de las particularidades autóctonas que resisten la arrogancia de ese “paradigma occidental” que, encarnado en el FMI, las combate en aras de la uniformidad materialista y neoliberal. Pero mucho me temo que los indígenas se sentirán igual de invadidos cuando les lean el documento de 1948 y les cuelguen del cuello sus derechos “universales” al matrimonio, a la nacionalidad, al salario equitativo, a la Seguridad Social, al voto secreto, a las vacaciones pagadas e incluso nada menos que a fundar un sindicato.

 

 

 

Referencias y contextualización

Entre el miércoles 18 y el viernes 20 de octubre tuvo lugar en la Universidad de Valladolid un Congreso Internacional sobre Derechos Humanos, con el subtítulo "La segunda Controversia de Valladolid", en alusión al famoso debate que tuvo lugar en 1550 entre Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda sobre la hipotética condición humana de los indígenas de América (sobre este episodio histórico, se puede leer "La Controversia de Valladolid"). En el Congreso intervinieron, entre otros, el ex presidente colombiano Belisario Betancur y el juez chileno Juan Guzmán que encausó al general Augusto Pinochet; ambos defendieron los derechos de las comunidades indígenas americanas y criticaron el esquema eurocentrista que se cree el único posible y trata de acabar con su idiosincrasia por medio del Fondo Monetario Internacional para conseguir la implantación uniforme del neoliberalismo.

Además, del Congreso resultó un documento de conclusiones que mencionaba la plena vigencia del pensamiento de Bartolomé de las Casas, la inaceptabilidad de una doctrina que conculque los derechos humanos en aras de la seguridad, la necesidad de no entender la garantía de los derechos de las minorías como una suerte de protección social, la regresión de los derechos humanos en el planeta con la coartada de la guerra contra el terrorismo, la agudización de las diferencias entre ricos y pobres, la exigencia de que las nuevas tecnologías fomenten la convivencia política y no sean empleadas como medio opresivo y la creación de un Instituto Observatorio Permanente de los Derechos Humanos en la Universidad de Valladolid. La creación de observatorios de todo tipo se había convertido en una moda en los últimos tiempos en España.

De 1789 data la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano que se promulga en Francia inspirada en la Declaración de Independencia de EEUU y, en general, en el pensamiento ilustrado. En 1948 la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, inspirada a su vez en el documento de 1789 y lleno de referencias al modo de vida occidental.

 

 

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