14 marzo 2007 |
El PP ya tiene su Irak |
No pudo ser más transparente José Blanco al comparar el número de asistentes a la manifestación del sábado con el de vidas segadas en Irak. Obvió, claro está, que cada vez es mayor el porcentaje de muertes achacable a los islamistas y menor el atribuible a los americanos, pero a cambio dejó ver la particular trascendencia de lo que, en otras circunstancias, no pasaría de ser un caso particular de beneficio penitenciario. En el "caso De Juana", el Partido Popular ha encontrado una palanca ideal de las emociones colectivas, épica y un tanto maniquea, como la que constituyó para el PSOE la Guerra de Irak. Su alcance trasciende el de esas multitudes que parecen una riada en una plaza y son una gota en el censo electoral, porque la torpeza del Gobierno parece dar la razón al PP en el estribillo de las concesiones que llevan un año entonando y podría regalarle muchos votos moderados. Por eso, los populares se han soltado la coraza de la AVT y se han puesto definitivamente al frente del barco, con la esperanza de que el viento sople hasta las generales. Esperemos que esta vez sin huracán de vísperas. Se puede argüir que la actitud del PP es tramposa, exagerada, poco acorde con el perdón cristiano, hipócrita a tenor de su historial y falaz en su identificación con un patriotismo que no tiene nada que ver con la ofensa a las víctimas; y, personalmente, me da igual que salgan a la calle 300.000 personas o tres millones, que las avalen Zapatero o Rajoy, porque, si no tienen razón, para mí es como si se manifestaran contra la ley de la gravedad. Pero sucede que la lógica del mercado de partidos es otra muy distinta, y no vamos a echarnos ahora las manos a la cabeza ni a rasgarnos las vestiduras por la demagogia electoralista. El PSOE también la utilizó hace tres años, y la derecha siente que desde el Prestige, Irak y el 13-M vale todo. Otra faceta de la misma lógica explica que los delegados del PP en Castilla y León escenificaran el despecho el viernes y pespuntearan a sus mayores el sábado. Rajoy dijo hace unos meses que para ser presidente no debía valer tan sólo con ser español y mayor de edad; en realidad, para acceder a la cima política hacen falta al menos otros dos requisitos: ser durante 20 años un borreguito dócil, incapaz de proferir un balido más alto que otro, y, en el momento definitivo, caerle bien al pastor o reunir una camarilla de intereses más numerosa que la del resto de corderos, según el partido. Pero Herrera, en su intento de agradar a los jefes, le dio indirectamente la razón a Zapatero. Si lo que hay que hacer es "acabar con ETA", lo de menos es la victoria policial, porque la base abertzale siempre aportará recambios. Intentar que no se note demasiado que hay (como no podía ser de otra manera entre un Estado y una banda) vencedores y vencidos, dar a Batasuna vitola de interlocutor y no convertir en mártir a De Juana son tres condiciones imprescindibles para aquietarla de forma definitiva. Aunque algunos lo llamen rendición.
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Referencias y contextualización El viernes 9, las principales ciudades españolas, entre ellas todas las capitales de Castilla y León, presenciaron manifestaciones multitudinarias convocadas directamente por el PP (a diferencia de otras ocasiones, en las que este partido se limitaba a apoyar con su asistencia las concentraciones protagonizadas por la Asosciación de Víctimas del Terrorismo) en repulsa a la concesión de la prisión atenuada al preso etarra José Ignacio de Juana Chaos, tras declararse éste en huelga de hambre. Fue el aperitivo a la gran manifestación del sábado 10, en la que entre 300.000 personas y dos millones y medio (según las estimaciones) salieron a la calle en Madrid. A ésta última acudieron también los principales líderes del PP de Castilla y León, y el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, siguiendo la línea de su partido de considerar el beneficio penitenciario a De Juana como una concesión del Gobierno a los terroristas, declaró que, por el contrario, lo que había que hacer es "acabar con ETA". Mariano Rajoy llegó a la presidencia del PP después de muchos años de fidelidad al liderazgo de José María Aznar, fue designado por éste como su sucesor para las elecciones de 2004. Por su parte, José Luis Rodríguez Zapatero fue un diputado anónimo, fiel a Felipe González, hasta que en el verano de 2000 se benefició de los apoyos del PSC, parte del sector renovador del PSOE e incluso algunos guerristas para acceder a la secretaría general del partido derrotando por nueve votos a José Bono. Sobre la prisión atenuada a De Juana puede leerse también el artículo anterior, "De Juana y las infamias". Un intento de refutar la creencia de que el Gobierno estaba cediendo ante ETA se puede encontrar en "Los precios políticos". Y, sobre la tensión entre PSOE y PP tras el fin del alto el fuego de la banda, trata "La subtrama del desencuentro", artículo publicado en Periodista Digital. |
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