12 julio 2006
Herrera, la lealtad y la relación de fuerzas
 

Una travesura de los duendes de la suscripción, que a veces son aún más inaprensibles y desaprensivos que los de la imprenta, me impidió glosar la semana pasada el loable ejemplo de lealtad vasallática, independiente de que crea o no que tiene buen señor, que dio Juan Vicente Herrera al desear suerte a Zapatero en su diálogo con ETA. Porque el Gobierno que hoy regentan los socialistas es también el suyo, el mío, el de todos.

Puntualizo que considerar las conversaciones con la banda una cuestión de Estado, un pulso en el que a un lado está el Gobierno y detrás todos los españoles, y al otro los terroristas, me parece una tremenda sobrevaloración de un grupito marginal y alucinado, anclado en la mística revolucionaria de los 70, que jamás ha supuesto un peligro real para el sistema y ahora sólo busca una salida honrosa. Pero, en cualquier caso, la actitud de Herrera es la que debería haber tomado desde hace tiempo el PP nacional, que, en este tema como en el de los estatutos, tendría más autoridad para criticar los puntos frívolos, demagogos y oportunistas del proyecto de Zapatero si no se hubiera embarcado en un insensato vaticinio de catástrofes que luego el PSOE sólo tiene que soslayar para dejar fuera de juego a sus rivales.

Hubo, sin embargo, un enfoque en el que Herrera no supo abstraerse de la inercia de la derecha: el de que es ETA quien marca los plazos y las condiciones de la negociación. El período de tres meses se lo puso el propio Zapatero; los abertzales se limitaron a recordarle el compromiso como hacen otros colectivos que temen que el Gobierno acabe ignorándolos. Y, en general, la inversión de la relación de fuerzas que difunde el PP, proclamando que el Estado se rinde y esas cosas, no se sostiene por ningún sitio. ¿Qué interés va a tener Zapatero en rendirse? ¿Miedo a las pistolas? Él cuenta con las de la policía, que tenía a la banda groggy. ¿Ser el presidente que acabó con ella? Lo habría sido igual rematándola por la fuerza. ¿Hacerlo pronto como aval de su reelección? Entonces, difícilmente hará concesiones políticas que no le perdonarían los votantes. ¿Comprar el silencio de ETA sobre el 11-M? Si tuvieran a Zapatero cogido por las pelotas, no habría tantos sectores abertzales recelosos de la nueva estrategia de sus dirigentes.

El Gobierno consiente las bravuconadas de Batasuna precisamente porque le interesa que su base social no se sienta vencida y dinamite un proceso en el que sí, es probable que todo esté pactado, pero nada grave que pueda poner en dificultades al partido que ostenta el poder en el Estado ni por ende a éste mismo. Si el PSOE lo ha emprendido, cambiando de política antiterrorista sin necesidad, deberíamos sospechar que es porque algo tiene algo que ganar en él.

 

 

Referencias y contextualización

El presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, reaccionó el 29 de junio al anuncio de José Luis Rodríguez Zapatero de que iniciaría inminentemente conversaciones con la banda terrorista ETA deseándole "suerte y éxito" en el proceso abierto. "Sinceramente, con total lealtad", añadió Herrera, "le deseo fervientemente a mi Gobierno, a nuestro Gobierno, al Gobierno democrático de España que no se equivoque en este proceso".

Sin embargo, y siguiendo la línea de la dirección nacional del PP, Herrera también consideró que el momento en que Zapatero había anunciado el inicio de las conversaciones, tras instarle a ello el diario Gara, demostraba que "la banda terrorista está poniendo plazos y condiciones en este proceso".

Una especulación sobre lo que tendría que ganar el PSOE hablando con Batasuna, es la que se refleja en artículos anteriores como "El verdadero frentismo vasco" o "Batasuna mantiene desactivado el conflicto vasco", éste último publicado en Periodista Digital.

 

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