5 julio 2006 |
Los puntos |
No sé si el célebre carnet de conducir por puntos reducirá las muertes en carretera. Infunde confianza la experiencia de otros países pero no la del estreno en España, aunque todos sabíamos que la poli iba a empezar a saco, y tampoco invita a ser optimistas el razonamiento lógico. Las imprudencias peligrosas que dependen de la voluntad del conductor, las que no son descuidos, errores, torpezas o producto del cansancio (es decir: un gran exceso de alcohol o velocidad, los adelantamientos salvajes y los semáforos en rojo), ya estaban penalizadas, además de con el riesgo de accidente, con sanciones suficientemente cuantiosas como para que quienes las cometían confiándose a la posibilidad de que no les pillaran vayan a cortarse ahora por una pérdida de puntos con igual oportunidad de salir impunes. En cambio, es probable que de ahora en adelante nos cuidemos mucho de incurrir en esas faltas leves, pirulas, aparcamientos de urgencia o stops ejecutados como cedas el paso que todos nos hemos permitido alguna vez y que no entrañan peligro para nadie. Nos reprimiremos no sólo porque éstas se irían acumulando, sino también por el propio mecanismo de los puntos. Los españoles nos vamos a embarcar en un palpitante videojuego interactivo, no on-line sino on-the-road, en el que todos competiremos para dirimir sobre datos objetivos quién conduce mejor. Eso de conducir bien se tiene por un rasgo viril, del que presumen especialmente los hombres que no valen para otra cosa en la vida. Por su parte, los profesores de autoescuela amurallan su pequeño reducto de poder simulando que condensa una tremenda pericia y un sinfín de matices, cuando, en realidad, se trata de una actividad bastante sencillita cuyos preceptos básicos son dar el intermitente al cambiar de carril, ceder el paso al coche que se va a quedar encajonado y dejar libres los cruces si tu fila no avanza. Tres conceptos, paradójicamente, cuyo incumplimiento no avergüenza a quienes se las dan de buenos conductores y que ahora tampoco van a restar saldo. Sea como sea, la mística de los puntos va a entrar en nuestra vida cotidiana de machotes. Nos congratulará sacarles alguno a los amigos, quince serán un prodigio equiparable a veinte centímetros y a los virtuales suegros les diremos: “He estudiado tres carreras, hablo cuatro idiomas y tengo doce puntos en el carnet”. Y, si el juego no nos pone, al menos nos persuadirá el oprobio de los insufribles cursos de reciclaje, donde nos repetirán las señales y toda la morralla teórica que sabemos de memoria pero no pudimos o no quisimos aplicar en la práctica. Es decir, algo así como unas clases prematrimoniales para rehacer nuestra vida después del divorcio.
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Referencias y contextualización El 1 de julio entró en vigor en España el carnet de conducir por puntos. Los conductores podían ir perdiendo una determinada cantidad de ellos en función de la infracción que cometieran. El máximo era en principio 12, aunque, si pasaban tres años sin haber incurrido en ninguna, obtendrían un bonus hasta 15. Este método había reducido sustancialmente el número de muertos en la carretera en los países en que se había aplicado, pero en España el primer fin de semana se saldó con sólo dos menos que en las mismas fechas del año anterior. Otros artículos relacionados con el tráfico son "Soplando" y "El As de canicas". |
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