7 abril 2010
La agonía de Gutenberg
 

 

Serán los celos, el desdén al advenedizo o la vana resistencia de quien siente que está a punto de perder su hegemonía. Pero, después de todas las oportunas analogías que se han formulado entre la invención de internet y la de la imprenta en tanto que artífices de las dos mayores revoluciones que ha vivido la transmisión cultural desde la invención de la escritura, sorprende que haya hecho falta tanto tiempo para que una universidad española, en concreto el Instituto de Empresa de Segovia, se pase por fin al libro electrónico.

Digitalizadas ya en buena medida las correspondencias personales, las transferencias económicas, la prensa escrita y, aunque mucho menos de lo que dicen, hasta las administraciones públicas, resulta paradójico que uno de los sectores más reticentes a pasar por el aro de la Sociedad de la Información sea precisamente el que aglutina toda la que se ha estimado digna de perpetuar: el editorial. Incluso la biblioteca de Google ha acabado siendo un deshilachado confeti de vistas restringidas y fragmentos por obra y desgracia de los copyright, ese lastre que se empeña en hipotecar el avance de la época en que la informática ha llevado la reproductibilidad técnica a su perfección más sublime.

Al final, la componenda entre pasado y futuro terminará rubricándose sobre el libro electrónico, gracias a su notable ajuste de costes y precios (30.000 euros la edición de cada título y entre dos y nueve el precio de cada ejemplar, según la Editorial Luarna que abastece al centro segoviano) y las maravillosas posibilidades de navegación, búsquedas y cotejos que ofrecen las nuevas tecnologías. Muchos vaticinan que el papel nunca morirá, y para avalar su pronóstico alegan la supuesta frialdad impersonal del formato electrónico. Pero lo mismo se dijo de los e-mails en relación a las cartas (la gente parece que leía a Proust manuscrito) y más tarde de la prensa, que ahora se pone en órbita con magníficas acrobacias para hacer frente al creciente volumen de personas que se informan principalmente en internet.

Más pronto que tarde, la indiscutible seducción del tacto de un libro quedará neutralizada por la no menos sensual del teclado y la pantalla y, sobre todo, por la emoción absorbente de acceder con total libertad y al instante a nuevos textos y conocimientos. Será, por desgracia, la ruina de los libreros que no se reciclen, pero, a cambio, una bendición para los decoradores de interior, las empresas de papeles pintados y las limpiadoras que se presten a quitar el polvo acumulado en la estantería por aquellos suntuosos tomos de tapa rústica que nunca nadie consultó.


 
 

 

Referencias y contextualización

La Universidad Instituto de Empresa de Segovia acababa de decidir ofrecer sus libros y apuntes en formato electrónico, en lugar de impresos. El término "reproductibilidad técnica" se toma del ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, de Walter Benjamin. El periódico El Mundo y todas sus ediciones y publicaciones asociadas acababan de ofrecerse escaneadas en internet a través de una aplicación llamada Orbyt.

 

Artículo siguiente

Artículo anterior

Página principal