27 agosto 2003
La hucha de las peñas
 

Resulta que las peñas están que trinan con el Ayuntamiento, que ha recortado en mil euros el presupuesto destinado a ellas para las fiestas y adelanta en una hora el final de las actividades que organizan directamente, como las discomovidas. La felonía, además, se considera doblemente gravosa porque este año se cumple el décimo aniversario de las peñas en Valladolid.

Las peñas siempre han padecido el error de perspectiva de suponer que las fiestas les pertenecen exclusivamente a ellas y que son ellas las que animan la ciudad y a los ciudadanos durante estas fechas. Fue el principal argumento que opusieron a la audaz decisión de León de la Riva de adelantar las fiestas a pesar de los exámenes, hoy felizmente refrendada por la experiencia de estos años. No sé, cualquiera diría que los peñistas, en su penosa caminata a través de la ciudad, van regalando muñecos a los niños, dando palique a los mayores y sembrando de guirnaldas el mobiliario urbano.

No nos engañemos. Las peñas son, por lo general, grupos de niñatos descerebrados que le van dando al calimocho mientras se encaraman al carrito del supermercado y se pegan la hostia padre contra un contenedor. Uno es bastante empático y no se ahorra la sonrisa cómplice cuando se cruza con una horda de éstas, pero eso no justifica ni siquiera los 6.000 euros a los que se les ha reducido la hucha este año. Las peñas son círculos cerrados, a veces endogámicos, que salen a pasárselo bien ellos solitos con el dinero de todos y que prácticamente nunca son capaces de fomentar algo inteligente, instructivo o novedoso. Son una importación directa de las muy mitificadas fiestas de los pueblos (llegaron hasta a pedir vaquillas para la capital) y han heredado todo su cutrerío y en cambio nada de su familiaridad cercana.

Converso en casi todo lo que critico como San Agustín o Torquemada, yo también tengo amigos en varias peñas y me pasaré a verlos en fiestas, si es que me permiten la entrada después de este artículo. Pero el que existan muchos individuos estimables dentro de las peñas, como dentro de todos los colectivos, no legitima el fenómeno de las peñas en sí. No en mayor medida que como legitimaría a un hipotético grupo cualquiera de colegas, de una edad y unos patrones de conducta muy concretos, y a los que en cualquier otra época del año hubiera que pagar las copas con fondos del erario público.



 

Referencias y contextualización

El alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, recortó la subvención municipal a las peñas durante las fiestas patronales de 7.000 a 6.000 euros, y el horario límite par sus actividades de las dos a la una de la madrugada. Tres años antes, había trasladado las fiestas de la tercera-cuarta semana de septiembre a la primera-segunda, para reducir las posibilidades de que el mal tiempo las desluciera; el éxito de la idea se hizo patente en las sucesivas ediciones porque el buen clima hizo que la gente saliera mucho más a la calle y disfrutara de las actividades. Aparte de las protestas de quienes estaban acostumbrados al patronazgo de San Mateo y no quisieron aceptar el de la Virgen de San Lorenzo, los jóvenes se quejaron de que el traslado hacía coincidir las ferias con los exámenes de septiembre, alegando que eran ellos los que integraban mayoritariamente las peñas y los que daban vida a la celebración.

El periodista de Europa FM Eduardo Córdoba, peñista de toda la vida y ex presidente de la Coordinadora de Peñas, respondió a este artículo con una llamada telefónica a Kiko Rosique; su aportación y la contrarréplica se incluyen en el artículo siguiente, "Otra visión de las peñas". A su vez, una carta de un lector muy especial desencadenó un tercer artículo, titulado "La contracultura de las peñas".

 

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