24 marzo 2010 |
La Iglesia mediática |
La Iglesia eterna y ecuménica se ha dado cuenta de que los tiempos cambian y hoy lo realmente universal es la sociedad de la información. Sabe que la cruzada del siglo XXI se dirime en los medios y que el único apostolado eficaz es el de convertir a la opinión pública. Probablemente no pueda nunca modernizar su mensaje, porque eso sería tanto como reconocer que o bien antes o bien ahora no ha sido la portavoz autorizada de un dios al que se supone inmutable, pero no le queda otra que tratar de actualizar su comunicación. El listón ha subido. En la única época en la que los cristianos han estado en desventaja antes de la nuestra, los primeros discípulos pudieron presentar a Jesús de Nazaret como el mesías esperado ante los judíos y como un salvador mundial e incondicional ante los gentiles. Sin embargo, para seducir a los occidentales de nuestra época ya no valen ni los ritos institucionalizados ni los profetas carismáticos, que han quedado respectivamente anulados por la sacralización de la rebeldía y la de la técnica. Una alternativa prometedora es la de vídeos elegantes, conmovedores y libres de sermones como el de la campaña de los obipos contra el aborto y el que la diócesis de Ciudad Rodrigo ha dedicado a las vocaciones sacerdotales. Al primero, poco más que nonato debido al celo de Tuenti por el lema con que se bautizó la campaña, sólo se le puede desmontar con argumentos densos a los que la gente no suele ser muy receptiva. Por ejemplo, que un embrión no es “un tú” en el vientre de la mujer, alguien a quien se impida nacer, por la sencilla razón de que antes de que el feto complete su desarrollo no hay nadie. Viendo el segundo, pensaba que difícilmente podría emocionar a alguien que no estuviera de antemano predispuesto al sacerdocio... hasta que me emocioné yo. La reaparición al final del vídeo de la novia que fue víctima de la vocación, para que la case con otro el joven cura, es, posiblemente, la imagen más atractiva que he visto nunca del celibato. Y a fe que lo tenía difícil para enaltecer una práctica que fue producto del prejuicio de que la espiritualidad es más intensa si prescinde de la carne, que se vio consagrada por la necesidad de marcar distancias con los protestantes y que ahora clama al cielo cuando se conocen abusos sexuales de sacerdotes. Sin duda, es injusto e improcedente achacar a una institución los pecados individuales de un pequeño porcentaje de sus miembros (posiblemente menor que el de otros gremios o corporaciones si contabilizáramos a todos sus representantes como grupo), pero también muy difícil que los medios y la sociedad no establezcan una vinculación directa con la represión sexual que impone el voto de castidad. Y sí, los monjes de Rabanal del Camino tienen razón cuando dicen que una institución privada como la Iglesia tiene derecho a fijar sus propias normas, pero una que aspira a congregar a todo el mundo en su redil no puede ignorar que el celibato es, hoy en día, una apuesta virtualmente imposible de comunicar.
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Referencias y contextualización Los profetas carismáticos y la cotidianización de los ritos institucionalizados son dos ideales-tipo en torno a los que Max Weber articula su teoría de la evolución sociológica de las religiones. La campaña de los obispos contra el aborto en la red social de Internet Tuenti se comenta, por ejemplo, en este teletipo., y su retirada por Tuenti, en este otro. Una reseña de la iniciativa de la diócesis de Ciudad Rodrígo (Salamanca) para atraer vocaciones, que incluye un enlace directo al vídeo, puede leerse aquí. Estas semanas estaba de plena actualidad el escándalo de los abusos sexuales de sacerdotes sobre menores de edad, al hacerse públicos los cientos de casos en Alemania, incluidos bastantes en la diócesis del hermano del Papa Benedicto XVI, y hasta uno en España. A la vez, se recordaban los sucedidos en Estados Unidos e Irlanda. En Rabanal del Camino (León), los vecinos se habían rebelado contra los monjes benedictinos que llevaban la iglesia del pueblo, por querer cambiar los usos litúrgicos y algunos elementos arquitectónicos. Los monjes alegaron que una institución privada tiene derecho a darse sus propias normas sin que interfiera la Junta Vecinal de un municipio.
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