27 abril 2011 |
La mirada de los niños |
Lo más interesante y fascinador de la infancia es que los niños miran de otra manera y, en consecuencia, ven objetivamente otra cosa que la que vemos nosotros. No tienen aprendidos ni mucho menos interiorizados los criterios y categorías que la sociedad y la educación han ido sedimentando en los adultos, y por tanto se interesan y sorprenden por aspectos que el juicio paradójicamente apresurado que emite nuestra aquilatada experiencia da por supuesto que son “lo normal”. Eso es la que retrata la deliciosa fotografía de Pablo Requejo que ha sido galardonada con el Premio Provincia de Valladolid, donde tres pequeños fijan su mirada, con asombro y un punto de morbo, en los pies descalzos de un cofrade. No es que “haya Semana Santa para todas las edades”, como aduce el jurado para justificar su acierto al premiarla; es que los niños ven algo absolutamente distinto a lo que aquélla representa, porque no conciben la noción de penitencia. Dicha independencia intelectual y su consiguiente predisposición al sentido crítico, que llevan a todo un Terry Eagleton a sentenciar que los niños son “los mejores teóricos”, informa también esas maravillosas preguntas a las que los adultos, incapaces de responder desde las claves de nuestra estrecha episteme, nos limitamos a conceder una lógica aplastante. La que tendría, por ejemplo, una duda que apuesto que algún pequeño cofrade debió de formular el Viernes Santo: “Papá, ¿llueve porque a Dios no le gustan las procesiones?” Pensando en el tema, no me he resistido a especular qué ocurriría si trasladáramos la mirada de los niños al hipotético debate televisado entre Juan Vicente Herrera y Óscar López. Y claro, en ese evento que nuestra madurez democrática juzga imprescindible en aras de la información y la transparencia, los pequeños harían oídos sordos a los mensajes y programas de los candidatos, y otorgarían la victoria y su voto a quien sonriera más, mirara fijamente a la cámara, acudiera mejor afeitado y luciera una corbata más vistosa. Es decir, habrían elegido a Kennedy en lugar de a Nixon; así hicieron los estadounidenses sentando las bases según las cuales hoy se continúan preparando, contemplando y valorando los debates. Confiemos, pues, en que la lucidez de la infancia nos alumbrará el 22-M: los telespectadores, los asesores de imagen y el común de los votantes seguimos siendo como niños.
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Referencias y contextualización La noticia de la concesión de los Premios Provincia, entre ellos el de fotografía de Pablo Requejo, y la propia instantánea tomada en la Semana Santa de 2010 pueden cotejarse aquí. El Viernes Santo de 2011, que cayó el 22 de abril, la lluvia impidió que saliera la Procesión General del Viernes Santo de Valladolid. Terry Eagleton es un teórico postmoderno británico; el texto que se cita, procedente de La estética como ideología (1990), dice: "Los niños son los mejores teóricos, pues aún no han sido educados para considerar "naturales" nuestras prácticas sociales rutinarias, e insisten en plantear las preguntas más embarazosamente generales y fundamentales respecto a esas prácticas, contemplándolas desde una asombrosa lejanía que los adultos hemos olvidado hace tiempo. Como todavía no consideran inevitables nuestras prácticas sociales, no ven por qué las cosas no pueden hacerse de forma muy diferente..." Estos días, la prensa reclamaba encarecidamente un debate televisado entre los dos principales candidatos a la presidencia de la Junta de Castilla y León en las elecciones autonómicas que se iban a celebrar el 22 de mayo: Juan Vicente Herrera por el PP y Óscar López por el PSOE. El primero, candidato a la reelección, buscaba razones para explicar lo que los medios veían como la reticencia tradicional de los que van por delante en las encuestas a perder su ventaja en un mal día en la televisión. El primer debate televisado entre dos candidatos electorales fue el que en 1960 permitió al demócrata John F. Kennedy remontar las encuestas en las presidenciales de EEUU; algo que se ha explicado tradicionalmente por las razones cuya puerilidad no necesariamente funesta se sugiere en este artículo. |
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