7 marzo 2001 |
La niña se casa |
Estaba nerviosísima ella, después de que el apuesto jovenzuelo se acercara aquel día a su grupo de quinceañeras y las espetara acariciándose el bigotillo, un poco tímido, un poco pijín, sin apenas mover los labios, como quien no quiere la cosa: “Que sepáis que hay una de vosotras que me gusta, pero no puedo deciros quién hasta el martes”. Nadie supo ni antes ni después qué tenía el martes de especial, pero el guapo del baile era caprichoso como todos los guapos de todos los bailes, y mantuvo a las niñas sobre ascuas hasta la hora exacta en que su ego tuvo a bien decretar que saliera el sol. Y resulta que al final la llamó. Estaba cantado, exclamaron todos alborozados; la que le sigue le consigue. En realidad, la tía que le molaba al pibe era la barbuda, pero la elección de ésta dejaba libre a su vez a uno de los chavales tímidos de la pandilla, que también tenía derecho a echarse novia. Sea como fuere, el caso es que se llevaron a la muchacha, y ella, que a fin de cuentas llevaba vaqueros y podía haberse negado, consintió. Derramó muchas lágrimas por sus familiares, siempre os tendré en mi corazón, pero consintió. Vita brevis, Carpe Diem, ya se sabe. No es tan generoso el plazo que nos concede la Química para intentar pasar a la Historia. La doncella no tenía de qué preocuparse. Era palpable que los parientes estaban felices de tener ya a cuatro muchachas tan envidiablemente arrejuntadas como para no obsesionarse mucho con la circunstancia de que más de una y más de dos lo hubieran sido de segundo plato. No importaba, volvían a ser la estirpe de antaño. Si lo pensaban con serenidad, tampoco es que aspiraran a recibir como agradecimiento otra cosa que no fuera un retoño meón de cuando en cuando, pero, de alguna manera, albergaban la difusa intuición de que las rosas desfloradas de la niña no podrían menos que pasar a adornar su escudo heráldico. Cómo explicarlo, es algo más allá de la lógica, son emociones que sólo llegan a experimentarse cuando se es testigo del triunfo de alguien de la familia. Cuando uno siente que no todo es tan negro, que nuestro nombre también suena en la Corte, que los galanes ilustres visitan nuestra cantera. Que sirven para algo los bailes de máscaras y disfraces que llevamos tantos años organizando en nuestro castillo de Fuensaldaña.
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Referencias y contextualización El 27 de febrero de 2001, después de muchos meses de rumores sucesivamente desmentidos (ver, por ejemplo, "Un vallisoletano universal" ,17 mayo 2000; o "Palinodia" , 24 enero 2001), y días de suspense por el aviso de que hasta dicho martes no se sabría nada, José María Aznar llamó a su correligionario y sucesor al frente de la Junta de Castilla y León, Juan José Lucas, al Ejecutivo de Madrid. Le hizo ministro de Presidencia, dado que esta cartera había quedado vacante con el nombramiento de Mariano Rajoy como ministro de Interior. Con Lucas, ya eran cuatro los ministros del Gabinete de Aznar nacidos y formados en Castilla y León. El castillo de Fuensaldaña es la sede de las Cortes de esta comunidad autónoma. La semana anterior, se había hablado y escrito mucho sobre una sentencia judicial en Italia que absolvía a un supuesto violador con el argumento de que la víctima llevaba vaqueros y tenía que haber mediado cierto consentimiento por su parte para que el otro se los quitara. |
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