En el sugerente diálogo que entablan en la cartelera teatral vallisoletana la Pareja abierta de Darío Fo y el Adulterio casi decente de Bernard Slade, yo me ofrecería de apuntador del primero para surtirle de argumentos en su diatriba contra la pareja estable. De hecho, ya hace seis años, en plena tardoadolescencia mía, a los pocos días de ver su comedia en el Cervantes declamé desde este mismo escenario un florido soliloquio en defensa de la total liberalización de las relaciones, pues el amor, como mera función de la materia que es, sólo puede ser volátil, y los celos no son la causa que obligó a instituir la monogamia sino la consecuencia de haber sido educados en el amor entendido como posesión.

Sucede que luego la vida me enmendó la plana por la vía de los hechos, y la muy frívola, que gusta de acumular episodios con más celeridad que argumentos, aún no me ha proporcionado ninguno para refutar los de entonces. Así que, cruelmente escindido entre teoría y praxis, me veo obligado a disfrazar mi incoherencia eludiendo la discusión directa y recurriendo a destacar una bondad colateral de la relación estable nunca antes reconocida. Sirva esta encendida defensa de la pareja de segundo acto del artículo de hace seis años, a la espera de que el Gran Dramaturgo del Universo tenga a bien dictarme el desenlace de la obra (confío en que sin anagnórisis, que en estos casos suelen ser bastante jodidas).

Mi propuesta es que la pareja estable constituye nada menos que un factor de justicia social. Me explico. El día en que el amor se liberalice (está en camino: es el signo de los tiempos) y todos se líen con todos, los guapos y ricos tendrán acceso a un gran número de amantes, mientras que los feos y pobres veremos menguar sustancialmente nuestro poder adquisitivo. Ahora, todavía, los celos y el amor posesivo nos equiparan, al limitarnos de iure o de facto a un solo cónyuge independientemente de los posibles que tenga cada uno. Por ello, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que las relaciones tradicionales promueven una redistribución de la renta sexual y sentimental que circula en el sistema, evitando motines sangrientos de los grupos desfavorecidos y universalizando el indiscutible estado de bienestar en que se encuentra al ser humano cuando tiene compañía.

Defiendo, pues, el matrimonio y sus derivados tácitos como el único mecanismo de espíritu socialista que iguala a los hombres en el libremercado de la vida sin recurrir a drásticas medidas sancionadoras, propias del despotismo más sectario, como las enfermedades o la muerte. Y animo encarecidamente al Papa a hacer suyo este argumento la próxima vez que prevenga a los fieles españoles contra el hedonismo imperante y la falta de compromiso.

 

Referencias y contextualización

Las comedias Pareja abierta, de Darío Fo, y Un adulterio casi decente, de Bernard Slade, coincidieron en la programación de fiestas patronales del Auditorio de la Feria de Muestras de Valladolid. La primera ya se había representado en la capital vallisoletana seis años antes, en el Teatro Cervantes, y sirvió de percha para el artículo Pareja entreabierta.

El "Gran Arquitecto del Universo" es el nombre con el que se refieren los masones a un ser trascendente superior al hombre y del cual no se afirman más atributos. La anagnórisis o reconocimiento es, según la Poética de Aristóteles, el momento cumbre de la tragedia clásica, en el que el protagonista se entera repentinamente de un suceso o situación que le revela su destino trágico (por ejemplo, el momento en que Edipo se da cuenta de que el hombre al que mató en el puente era efectivamente su padre, con lo que la profecía queda cumplida). Aplicado a una pareja estable, puede sospecharse que se trataría del descubrimiento de una infidelidad.

El 8 de septiembre, el Papa Benedicto XVI había exhortado a los fieles españoles a "contrarrestar el hedonismo imperante" por medio de la familia, en un mensaje que envió para ser leído en la peregrinación al santuario de Torreciudad, en Barbastro (Huesca).