26 septiembre 2007
El fútbol, o el último reducto de la épica
 

La trascendencia social del fútbol que ilustra la exposición de Magnum en Valladolid fue sin duda uno de los rasgos más asombrosos de la cultura occidental en la segunda mitad del siglo XX y, como demostró el recibimiento a Iker Casillas en Sierra Leona, lleva camino de serlo de la mundial en el XXI. Ningún terrícola de otra época podría haber imaginado que un simple juego, sin efecto alguno sobre la realidad y con un número muy restringido de participantes, iba a despertar tales pasiones en millones de ciudadanos, espectadores pasivos que no se llevan ni comisión.

No obstante, uno que aterrizara en nuestro presente tendría, antes de pisar un estadio, un par de pistas para comprender el fenómeno, al echar de menos un elemento de su mundo natal y toparse con otro del que éste carecía. Le chocaría, obviamente, la universalización de modelos, costumbres y emociones provocada por los medios audiovisuales y el ocio de masas. Y descubriría, para su asombro, que aquí ya ni los poetas ni el pueblo glorifican a los jefes militares.

Si el fútbol, paradigma y paroxismo de todos los deportes, comparte pero trasciende el atractivo intrínseco de los juegos de azar, es porque constituye el último reducto de la épica. La guerra la monopolizó durante mucho tiempo, pero en el siglo XX perdió su obviamente idealizada imagen de competición galante entre capitanes ejemplares, que enfrentan a sus tropas en campo abierto y se sacrifican por la patria, y pasó a ser vista como un horror sucio y mísero que arrasa ciudades desde el aire, destroza miles de familias, convierte en un infierno la vida de la población civil y le devuelve un retén de veteranos lisiados y traumatizados a quienes nadie agradece nada.

Y sí, la paz está muy bien, y es loable que hayamos aprendido a valorar cada vida individual por sí misma y que la izquierda persuadiera a las clases bajas de que no tienen por qué morir por las ambiciones de otros. Pero la democracia no es épica, porque los pactos y el consenso no inflaman las pasiones. El instinto sadomaso que llevamos dentro necesita ver u oír que los nuestros logran grandes gestas, que derrotan por completo al enemigo, que resisten heroicamente a un adversario más fuerte hasta la gloria del triunfo o el honor del martirio o que pasean su estandarte imperial por todo el continente.

Así, El Empecinado se reencarnó en el Real Valladolid, Juan de Austria en el Madrid, y los aedas, que estaban en paro desde 1945, encontraron una salida laboral reconvirtiéndose en periodistas deportivos.

 

 

Referencias y contextualización

Una reseña de la exposición que sirve de percha a este artículo puede encontrarse aquí. El domingo 23, el Real Valladolid y el Real Madrid se enfrentaron en el estadio José Zorrilla, en un partido que dominaron los locales pero terminó con un empate a uno. Otros artículos sobre el fútbol son "La ciudad y su equipo", "Fútbol es fútbol" y "22 preguntas para la próxima temporada".

 

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