4 octubre 2006 |
La república como metonimia |
Ahora que, con el nuevo embarazo de Letizia, se cierne ominosa sobre nosotros la amenaza de otra tormenta de ¡no-dos! monárquicos en los telediarios, la reaparición del Ateneo Republicano de Valladolid parpadea inesperada, sugestiva, arbitraria y cortante como aquellas pinceladas que Van Gogh intercalaba del color complementario en medio de un trigal amarillo, un río azul o un verde paraje de la Camarga. La noticia es tanto más apetitosa cuanto que la oferta de lanzamiento incluye una colección de libros que estrenará Quique Berzal, ese tipo al que uno nunca se decide si ha de definir como el historiador que mejor escribe o como el escritor que más sabe de Historia. Lo que está por ver es qué acepción de “república” llevará a su estandarte esta asociación. Porque, en España, las circunstancias trágicas que rodearon a la Segunda han motivado que ésta, a fin de cuentas una secuela, haya patrimonializado el término e incorporado unas connotaciones que trascienden con mucho su sentido original. Una cosa es cuestionar la legitimidad de la Monarquía como hizo Miguel Sánchez en la presentación y otra muy diferente que el Ateneo haga suyas las reivindicaciones del laicismo, el progresismo o la memoria histórica. No creo que esta distinción perogrullesca sea baladí, porque, cada vez que alguien plantea la conveniencia de guillotinar (metafóricamente) una institución tan incongruente, tan gratuita desde el punto de vista racional y onerosa desde el económico como es la Corona, sus adalides apelan a los logros sociales, culturales y descentralizadores del bienio azañista y los opositores aducen que ya tuvimos república una vez y se desmoronó entre el desorden y el cainismo. La república es un mito y una metonimia. Alude a un todo por una parte, a un espíritu por el régimen que lo alumbró, pero para clarificar el debate y rentabilizar esfuerzos sería conveniente advertir que, en rigor, no tiene que corresponderse con las puntas de lanza de la izquierda, ni mucho menos con la de los años 30. Los dos periodos en los que se instauró en España recularon en la segunda mitad de su periplo, sin dejar por ello de ser repúblicas. En cambio, Zapatero puede seguir la senda de Azaña dentro de una monarquía, calificar al Rey actual de “republicano” y ejercer la presidencia y visitar Castilla y León demostrando que su vocación auténtica no es gobernar sino “reinar”, con sonrisa, neutralidad y buen talante.
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Referencias y contextualización El Ateneo Republicano de Valladolid, que había sido fundado en 1872, volvió a presentarse en sociedad el 29 de septiembre con la intención de recuperar "la tradición de los ateneos, lugares para el debate, la defensa de las libertades de los ciudadanos y la búsqueda de la igualdad. Además, se propuso como prioridades acabar con la simbología religiosa en los colegios y apoyar a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Miguel Sánchez, miembro de la junta directiva, se preguntaba ante la periodista de Diario de Valladolid Cristina San José: "¿Por qué tiene que haber un rey? ¿Por la gracia de Dios, porque tiene sangre azul o porque quiso Franco? El pueblo debe elegir si le representa un rey, una reina o un presidente de la República". Enrique Berzal de la Rosa, historiador y columnista de El Mundo de Castilla y León, es el autor de "El Valladolid republicano, 1931-1936", primer volumen de la serie de biografías de republicanos ilustres de Valladolid que tenía pensado editar el Ateneo en su nueva etapa. En su última visita a Castilla y León, el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero había exhibido una vez más sus buenas maneras y excelente talante, pero no había concretado ninguno de sus compromisos de inversiones en la comunidad. Sobre la llamada recuperación de la memoria histórica, puede leerse "El Ángel de la Transición". |
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