24 noviembre 2010
La revolución imposible
 

 

Un solo día tardó el Vaticano en pinchar a través de una nota oficial el globo puntiagudo que, como de costumbre, inflamos los periodistas en cuanto nos enteramos de que el Papa había autorizado el uso del condón. “No es un cambio revolucionario”, aclaraba el comunicado. “No reforma o cambia las enseñanzas de la Iglesia”.

Naturalmente. La revolución, o incluso la reforma, es imposible por definición en una institución que se dice depositaria de un mensaje eterno. Un buen ejemplo de ello es que, en la misma conversación que dio lugar al libro de Peter Seewald, Benedicto XVI mantenga a las mujeres alejadas del sacerdocio; si no hace lo propio con los no israelitas, como sería coherente con el argumento de que los apóstoles eran todos hombres, es porque la comunidad cristiana se expandió geográficamente mucho antes que sus dogmas.

Pero es que, además, en el tema concreto del condón la excepción que ha apuntado el Papa se basa en la defensa de la vida en tanto que creación divina, que es propia de los enfoques religiosos, no en la apuesta por la libertad que distingue a los humanistas. Permitir el preservativo para impedir el contagio pecaminoso del sida es una muestra de sensatez elemental, no un síntoma que sugiera la posibilidad de una futura anuencia con que las personas se lo pongan libremente para planificar su familia o disfrutar del sexo.

Nótese que al prostituto o prostituta en cuestión sólo se le consiente el condón en ese caso; en todos los demás, el Papa lo sigue desautorizando porque entiende que el azar de la vida obedece a la voluntad de Dios y no se puede interferir en él. Si un coito puede engendrar un niño, no hay que poner medios que lo impidan; si luego el embrión sale defectuoso, tampoco está permitido manipularlo genéticamente para que sobreviva. Curiosamente, los sacerdotes sí que toman medicinas en vez de someterse al aleatorio devenir de una gripe.

Por lo demás, en el libro-entrevista el Papa se muestra comprensivo con el islam, mientras que, por el contario, reitera su obsesión con el supuesto laicismo español. Es lógico. Sabe que las creencias tienen mucho en común entre sí, y por eso las guerras del futuro no serán de religión, sino del laicismo contra la fe, contra todas las fes. Y es que no hay posible conciliación entre ambos; al final, siempre habrá que elegir entre cambio y eternidad, entre democracia y teocracia, entre ley y mandamientos, entre razón y azar, entre libertad y vida. En definitiva, entre el hombre y Dios.

 
 

 

Referencias y contextualización

El fin de semana anterior se filtraron algunos contenidos del libro La luz del mundo. El Papa, la iglesia y las señales del tiempo , escrito por el periodista alemán Peter Seewald a partir de una larga entrevista con Benedicto XVI, y que se publicó el martes 23. Una reseña de sus comentarios sobre el preservativo se puede leer aquí, la de la nota aclaratoria del Vaticano al día siguiente, aquí; y la de las referencias del Papa a la supuesta ofensiva laicista en España, que ya había denunciado el Papa en el avión que le condujo a Santiago de Compostela dos semanas antes, aquí.

 

Artículo siguiente

Artículo anterior

Página principal