1 diciembre 2010 |
Diplomáticos y corresponsales |
La coincidencia en el tiempo de las filtraciones de cables estadounidenses y las de negros augurios sobre la deuda española ponen en bandeja una analogía interesante entre los diplomáticos y los corresponsales de prensa en países con libertad de expresión. Por un lado, que sus fuentes son necesariamente mucho más limitadas que las de los profesionales que llevan años haciendo contactos en casa; y, por otro, que, pese al escaso rigor y profundidad de buena parte de lo que transmiten, es vital que mantengan la ficción de que las relaciones o las noticias son estupendas. Esto no es el Madrid-Barça, y aquí los mensajes sí que retroactúan sobre la realidad hasta poder convertirse en una profecía autocumplida. Una vez leí que un corresponsal es, ante todo, un traductor de los periódicos autóctonos; transmite sin mayor análisis el debate y la atmósfera públicos que éstos reflejan, y los lectores los dan por buenos porque no la conocen de cerca. Pues bien, los primeros testimonios de Wikileaks sobre temas de política nacional sugieren exactamente lo mismo: que el embajador dedujo algo así de su lectura de la prensa española o bien se lo comentaron fuentes indirectas en la coloquialidad y la falta de rigor de una fiesta diplomática de tanta relevancia geoestratégica como las que su homólogo en Italia creyó oportuno destacar de Berlusconi. A Esteban González Pons, sin duda uno de los políticos más brillantes del momento, le mencioné el modo de trabajo de los corresponsales para preguntarle si no convendría que, tal y como le exige el PSOE, el PP se abstuviera de amplificar los problemas de la deuda española. Esto evitaría que la prensa extranjera, recogiendo su pesimismo, asuste a los potenciales inversores y éstos pidan más intereses, elevando la prima de riesgo y el diferencial con el bono alemán. Con su sagacidad habitual, me replicó si estaba sugiriendo un pacto entre la oposición y los medios para silenciar la verdad. Yo confieso que no sé cuál es la verdad, pero sí cuál es la que se debe evitar que sea: un menoscabo de la confianza equivalente al que van a causar entre los diplomáticos las filtraciones de unos informes cuya confidencialidad violada, pasada al papel, destroza tantas reputaciones como las charlas del sumario Gürtel, pero que rara vez pasan de ser reflexiones de cafetería para cumplir con un trámite funcionarial y obtener el aprecio de los superiores. |
Referencias y contextualización Estos días, las portadas de la prensa alternaban las revelaciones de los miles de cables diplomáticos enviados por los embajadores estadounidenses en todo el mundo al Departamento de Estado, que habían sido filtrados a la plataforma Wikileaks y difundidos por ésta a varios periódicos internacionales, con comentarios de distintos dirigentes políticos y económicos que arrojaban sombras sobre la capacidad de España de devolver su deuda pública. El lunes 29 también fue sonada la goleada por 5-0 del F. C. Barcelona al Real Madrid, después de que la prensa deportiva madrileña hubiera confiado en que este año, a diferencia de los anteriores, el equipo blanco estaba a la altura del azulgrana. Los cables de la Embajada estadounidense en España que habían sido publicados hasta entonces presentaban al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, como un izquierdista romántico y decían que su antecesor, José María Aznar, perdió las elecciones de 2004 porque gestionó mal los atentados del 11-M; obviedades constatadas casi con esas mismas palabras por la prensa española. A su vez, del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, los cables del embajador norteamericano en Roma informaban que le gustaban las "fiestas salvajes". El Gobierno acusaba frecuentemente al PP, partido del que Esteban González Pons era vicesecretario general de Comunicación y uno de sus portavoces más asiduos, de falta de patriotismo por lo que a juicio de los socialistas era sembrar la desconfianza en las cuentas públicas españolas con el objeto de hacer caer al Ejecutivo. El 5 de diciembre se iba a levantar el secreto del sumario del llamado caso Gürtel, que se sospechaba podía implicar al ex consejero de Fomento de la Junta de Castilla y León, José Manuel Fernández Santiago. Sobre este último asunto versaron los artículos "El cometa Gürtel sobrevuela la región" y "Secretos del sumario".
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