17 abril 2002
Lavinia
 

Como a Titus Andronicus, a mí tampoco me quedan más lágrimas. Y temo que sea una perversión echar un telón de terciopelo sobre los cierres de las fábricas o la intransigencia vecinal, subirse por las plateas, ignorar a los apuntadores, y doblarse por la cintura y matar las frustraciones contra la pelvis mediante una carcajada intempestiva y feroz. Pero llevo un par de días en los que sólo consigo acordarme de Lavinia.

El espíritu del sobrio montaje de la tremebunda tragedia de Shakespeare que Corsario ha pasado esta semana se condensa en el duelo de sus protagonistas. La contención digna, castrense, casi estoica de la que Julio Lázaro sabe dotar a su héroe, frente a la terrorífica alianza entre la voz implacable de Rosa Manzano, la crueldad biliar de Aarón (Javier Juárez) y la neurastenia amanerada y desasosegante que imprime Francisco González al Emperador Saturnino. La principal víctima de esta colisión de orgullos y ultrajes es Lavinia, la hija de Titus, mutilada de lengua y manos para que no pueda delatar a sus violadores.

Desde ese momento, la fantasmal figura de la chica muda, escalofriantemente interpretada por Ruth Rivera, se apodera de la obra. Que Carlos Toquero corrija mi opinión diletante si es preciso, pero yo no recuerdo haber visto una actriz con tal cantidad de matices sincronizados, con tal expresividad y repertorio de semblantes para vomitar un monólogo sin decir una palabra. Mis prismáticos la visitaban, y podían leer en su cara sucesivamente horrorizada, desesperada, hundida, la discusión que al otro lado del escenario sostienen sus familiares para ver quién se corta la mano en prenda por la libertad de sus hermanos presos. Minutos después, sus labios fruncidos de diligencia contrapuntean a los ojos excitados de pánico mientras borra con las piernas los nombres que ha logrado escribir en la tierra y ya no puede soportar por más tiempo.

En la escena final, Lavinia asiste a la venganza de Titus. Y da vueltas, y ríe, con una risa muda, incontenible, agradecida y desdentada, atroz. Los ojos bailones, la boca arrítmica y balbuceante. El ínfimo desquite del condenado. Dios mío... Podría pedir que me triplicaran la sección y no sería capaz de describir el rostro de Ruth Rivera.

No sé. Quizá la semana que viene se me pase la catarsis, regrese al mundo real, vuelvan a tener sentido las lágrimas y escriba sobre las galletas Fontaneda.

 

 

Referencias y contextualización

La compañía vallisoletana Corsario, dirigida por Fernando Urdiales, representó en el Teatro Calderón la tragedia de Shakespeare Titus Andronicus. Lavinia es la hija de Titus, y fue encarnada por la actriz Ruth Rivera. Carlos Toquero es el crítico teatral de Diario de Valladolid.

Estos días, la actualidad local de Valladolid estaba focalizada por el inminente cierre de la histórica fábrica de Aguilar de Campoo de la empresa galletera Fontaneda, con el riesgo de un despido masivo de trabajadores, y por la movilización de los vecinos del barrio Girón contra el centro de acogida de indigentes que pensaba abrir en él Cruz Roja. Sobre este último asunto, ver "Vivir en un colectivo" y "Un chiste"

 

 

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