10 enero 2001
Lo natural
 

Podría haberse elaborado un estudio fascinante a partir de la reacción inicial con que enfrentamos la portada del domingo. A partir de nuestra primera mueca a la noticia de que existen doce experimentos con transgénicos en Castilla y León. A partir de esa nebulosa de asombro, vértigo y reprensión con la que recibimos todos los indicios de la manipulación que el hombre moderno ejerce sobre la Naturaleza.

El ecologismo, que es una de las doctrinas menos discutidas del ideario contemporáneo, se posiciona radicalmente en contra. Amenaza con efectos sanitarios y medioambientales, pero éstos no se han probado ni han de ser negativos de forma general.

Los ecologistas parten frecuentemente del tópico de un paraíso perdido con el que la especie humana se ha ensañado sin piedad desde los albores de la era industrial. Es obvio que, en muchos campos, sus protestas han contribuido a despertar inquietudes y a orientar políticas en un sentido muy beneficioso para la preservación de la belleza del planeta y los derechos de los animales. Pero a veces incurren en una idealización falsa de lo natural, como un estado cuasi-inteligente de la materia que el hombre no debe alterar bajo ningún concepto.

A día de hoy, seguramente esgrimirán como argumentos la desnaturalizada alimentación de las vacas o los desastres del uranio empobrecido que esta última semana están convulsionando la opinión pública de la región. Sin embargo, los abusos de los intereses militares no se pueden atribuir a la tecnología en cuanto tal, y la reutilización de excrementos animales es un recurso muy antiguo de las economías rurales. Precisamente, este periódico nos informaba de la alternativa que la soja transgénica podría constituir frente a las harinas cárnicas.

La Naturaleza no es un ente sabio, como dicen algunos. Es un caos de vida y muerte, de mutaciones y azares, en el que siguen adelante los elementos casualmente mejor dotados para la supervivencia. Es materia. Y la especie humana, inteligente por caprichos de la evolución, no puede renunciar por culpa de su eterno síndrome de Frankenstein a manipular aquélla en aras del propio bienestar.

Lo natural, como noción concreta y constante, no existe. Hace tres siglos, era natural que la mitad de las crías humanas murieran antes de los diez años. Dentro de otros tres, será lo que la acción del animal hegemónico haya querido que sea.

 

 

Referencias y contextualización

Diario de Valladolid abrió su portada del 7 de enero de 2001 con la noticia de que había doce cultivos experimentales con transgénicos en Castilla y León .

Por estas fechas, también se divulgó que Estados Unidos habían utilizado proyectiles con uranio empobrecido en la Primera Guerra del Golfo y en los Balcanes, con el consiguiente riesgo para la salud de los habitantes, de sus propios soldados y de los de sus aliados (entre ellos el contingente aportado por Castilla y León).

Este momento coincide con la alarma social generada en torno a la encefalopatía espongiforme o mal de las vacas locas. La causa de esta epidemia, que podía llegar a transmitirse al hombre a través de la cadena alimentaria, se atribuyó a la utilización de harinas de carne, hormonas y otros alimentos desnaturalizados para engordar al ganado y aumentar la producitividad. Sobre este último tema, ver el artículo "Por mi culpa, por mi gran culpa".

 

Artículo siguiente

Artículo anterior

Página principal