6 diciembre 2006 |
Lo que deben leer los escolares |
La tesis que expuso la semana pasada Fernando Marías en la Casa Revilla de Valladolid es la que defienden todos los tipos inteligentes con los que he tenido ocasión de discutir este tema: a los escolares no hay que imponerles lecturas arduas o extemporáneas como El Quijote o Luces de Bohemia, que les apartan de los libros para siempre, sino textos de aventuras o incluso cómics para que entren por el aro. Sin embargo, este planteamiento se basa en la consideración de la lectura como un fin en sí mismo, un hábito constructivo per se, un rango cultural independientemente de lo que se lea. Y juntar letras en la mente no es, sólo porque requiera mayor esfuerzo, un ejercicio más elevado que ver imágenes en una pantalla. Ambos son susceptibles de catapultar a uno tanto hacia experiencias intelectuales o estéticas sublimes como hacia meros entretenimientos. Depende, precisamente, de la obra escogida. La única desventaja de la televisión o los videojuegos frente a los libros o el cine es haberse despeñado por su vertiente comercial. Pero ni el soporte les incapacita por definición para crear productos complejos ni se hallan a otro nivel esas personas que, con orgullo elitista, se proclaman ávidos lectores por su incansable digestión de historietas o inveterados cinéfilos por no perderse ni uno de los estrenos que el Hollywood actual produce como churros (en sentido cuantitativo y cualitativo). Ya defendí un día que la mera coincidencia de formato no es razón suficiente para llamar cine, en la acepción connotada de fenómeno cultural y artístico con que se emplea la palabra en estos debates, a todas las películas. Pues lo mismo ocurre con la literatura. Por ello, a los niños no hay que inducirles a leer, sino a pensar y sentir. La lectura, ciertamente, puede ser un buen medio, pero para eso no vale cualquier libro; para que lean "cualquier libro", que sigan viendo la tele. Como ocurre en el resto de las asignaturas del currículo y, en general, de las actividades humanas, algunos se sentirán atraídos por el experimento y otros no, pero allanándolo sería más plausible que consiguiéramos detener en la adolescencia el desarrollo de los futuros intelectuales que facultar a los alumnos que disfrutaran con esas lecturas triviales para dar un día el salto a las interesantes. A mí, en su momento, El Quijote y Luces de bohemia me resultaron francamente amenos, pero, en caso de que no lo fueran para todos los alumnos, misión del profesor es explicar las claves que les falten. Otras obras como Werther y Crimen y castigo conectaban con los adolescentes y al mismo tiempo nos educaban literariamente. Por el contrario, nada reprocho con más rencor a mi formación escolar que el no capacitarme para degustar en toda su complejidad la llamada música clásica. Y mira que yo mismo me puse fácil el comienzo escuchando a diario Los 40 Principales...
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Referencias y contextualización El escritor bilbaíno Fernando Marías, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2006 y Premio Nadal 2001, dio el martes 28 una conferencia en la Casa Revilla de Valladolid, en la que afirmó que "ni hacer leer La Regenta ni machacar con Cervantes" ayudarán a fomentar la lectura en las nuevas generaciones. En la misma línea, dijo que "Valle-Inclán es maravilloso, pero obligar a leer Luces de bohemia es un error". El artículo en el que se sostiene, con diversos argumentos y comparaciones, que no se puede llamar cine a todas las películas es "Una necesaria distinción conceptual". |
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