7 octubre 2012
Nacionalismo circular
 

 

Sugerirle tiernamente a Artur Mas que piense en los beneficios de la unidad para hacer frente a la crisis es como pedirle a Nuclenor que repare en la gente que se irá al paro si insiste en desdeñar la prórroga de la vida útil de Garoña que le concedió el Gobierno. Es hablarle en otro idioma, y ya se sabe que los nacionalistas desechan hasta un beso si es de lengua española.

Juan Vicente Herrera estuvo hábil en la Conferencia de Presidentes al argumentar que sólo un Estado unido tiene capacidad para sufragar a la vez un plan de proveedores y otro de rescate a las autonomías, pero Mas siempre podría contestarle que con los 16.000 millones que alega de déficit fiscal compensaría de sobra los 5.000 del rescate y los 7.000 que les habrán tocado a los proveedores catalanes si su número de acreedores de las Administraciones se corresponde con el 19% que representa su PIB sobre el total del Estado.

Para desactivar el nacionalismo hay que hacer otra cosa: refutar el concepto de nación y aceptar que eso desmiente por igual la catalana y la española. La idea del déficit fiscal, en realidad, deriva de la de nación, porque en una Cataluña independiente, Barcelona sería igualmente expoliada por las comarcas rurales, sólo que eso los nacionalistas lo verían normal, pues piensan que los catalanes ricos tienen más deber de ser solidarios con sus regiones pobres que con las “extranjeras”.

También dependen de la premisa de nación la creencia en una identidad, una cultura, una lengua y una Historia comunes. Los elementos cuya detección debería ser la causa de que se dictaminara la existencia de una nación son, en realidad, su consecuencia, porque sólo pensando que hay una nación catalana se puede imaginar que todos sus ciudadanos, y nada más que ellos, comparten unas características que, en realidad, varían de individuo a individuo y trascienden sus fronteras. Y sólo partiendo de esa concepción se puede defender que Cataluña tiene más derecho a autodeterminarse que Badalona, el valle de Arán o cualquier vecindario del Paseo de Gracia. El discurso nacionalista no es plano, cortante ni obtuso: es despreciablemente circular.

 

 

 

Referencias y contextualización

 

 

 

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