14 julio 2010 |
Notas a pie de campo |
Un equipo de fútbol saca adelante cinco partidos por un solo gol de diferencia y gana un Mundial. Sin duda, fue siempre mejor que sus rivales, pero lo cierto es que éstos tuvieron sus ocasiones, y, en otros campeonatos, los antepasados del equipo en cuestión también dominaron, a veces jugando muy bien, y sin embargo perdieron. Un penalti, un poste, los milímetros que separan el gol del rechace y el cantar de gesta del cancionero de elegías. No, pese a que ahora se les quiera recordar, la copa no pertenece a los precursores; les separa de la generación actual un muro infranqueable construido a base de ínfimos gránulos de azar. No hay duda de que algunos jugadores habrían rendido con tanta o mayor lealtad en una hipotética selección de Cataluña, algo que no se les puede reprochar porque los sentimientos privados son irrefutables. Sí ha de agradecérseles la elegancia de haber sabido contradecir tanto a los nacionalistas que aseguran que juegan con la selección española a disgusto como a los que les instrumentalizan para reivindicar una España unida. Ellos saben que tienen 10 años para triunfar en el fútbol con el equipo que sea, y además se sienten parte de un grupo de amigos, motivaciones ambas mucho más reales e importantes que las patrias. Si acaso, proclaman su lealtad paseando una senyera en la celebración, pero luego sus compañeros neutralizan su excepcionalidad sacando sus propias banderas regionales y ya está, otra vez café para todos. Mientras tanto, los periodistas atribuían poderes adivinatorios a un pulpo y desestabilizadores a una compañera sólo por estar saliendo con Iker Casillas, que, hombre, no es una relación tan explosiva como si le hubiera puesto los cuernos con Sergio Ramos. También convirtieron en estrella a una forofa paraguaya en busca de coartada para desnudarse y vaticinaron un descalabro de los conjuntos europeos, que han acabado copando el pódium. Es lo que tiene hablar por hablar, sin necesidad de demostrar lo que uno dice. A ver lo que tarda ahora The Times en interpretar que, dado que los europeos ganan los mundiales en Europa y los sudamericanos en América, es lógico que en África haya triunfado el país que queda al otro lado de los Pirineos.
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Referencias y contextualización El domingo 11, la selección española de fútbol se proclamó campeona del mundo en Sudáfrica, por primera vez en su historia. El último encuentro de la primera fase, la eliminatoria de octavos de final, la de cuartos, la semifinal y la final los ganó por un solo gol de diferencia. En las celebraciones de los días subsiguientes se recordó mucho a los integrantes de las sucesivas selecciones españolas que habían ido cayendo en los sucesivos mundiales, en una especie de maleficio que se desmentía, ya en 2006, en el artículo "La metafísica tampoco juega al fútbol", publicado en Periodista Digital. El cantar de gesta es un poema épico, la elegía un poema triste. La presencia de cinco jugadores catalanes y hasta siete del F. C. Barcelona en el equipo titular de España había hecho proclamar a algunos dirigentes nacionalistas de Cataluña que España no sería nada sin ellos y que una hipotética selección catalana habría desempeñado un gran papel en el Mundial. Dos de ellos, Carles Puyol y Xavi Hernández, celebraron la victoria final ondeando una bandera catalana, aunque en seguida otros jugadores sacaron sus respectivas banderas autonómicas. "Café para todos" es la expresión con la que se definía tradicionalmente el desarrollo de la España de las Autonomías, en la que Cataluña y el País Vasco exigían más autogobierno y luego, para evitar privilegios, se acababan concediendo casi las mismas competencias al resto de regiones. Durante el Mundial se habló mucho del "pulpo Paul", un molusco alojado en un acuario alemán que supuestamente adivinó todos los resultados de la selección alemana de fútbol durante el torneo (incluida la sorprendente derrota en la primera fase frente a Serbia) y también la final que ganó España a Holanda. El mecanismo para ponerle a prueba consitía en darle a elegir entre dos cajas de mejillones, cada una de ellas decorada con la bandera de una de las selecciones contendientes. Por su parte, el periódico británico "The Times" llegó a culpar a la periodista Sara Carbonero de la derrota inicial de España en el Mundial, ante Suiza, asegurando que, al colocarse detrás de la portería, desconcentraba a su novio, el guardameta Iker Casillas. En la selección inglesa, meses antes del torneo había saltado el escándalo de que la mujer de uno de sus jugadores habituales, que al final no fue convocado, le había puesto los cuernos con el capitán, John Terry. Larissa Riquelme era una modelo y bella seguidora de Paraguay en la que pronto repararon las cámaras convirtiéndola en "la novia del Mundial". Ante el partido de cuartos de final entre España y su selección, Larissa prometió desnudarse en una plaza de Asunción si Paraguay pasaba la eliminatoria; aunque no sucedió así, terminó vendiendo caro su desnudo en diversas revistas españolas y de otros países. El guiño final alude al célebre estigma de que África empieza en los Pirineos, frase atribuido al novelista francés Alejandro Dumas, padre, y al historiador y político francés Louis Adolphe Thiers..
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