18 enero 2006
Patrullas al salir de clase
 

El despliegue policial que ha ordenado el Ministerio del Interior para impedir la venta de droga en el entorno de los colegios ha vuelto a dividir a la comunidad educativa, pero, curiosamente, no lo ha hecho reproduciendo los bandos que se forjaron a favor y en contra de la LOE. Mientras que ésta cosechó partidarios y detractores tanto entre los padres como entre los alumnos (también entre los profesores y los centros de enseñanza, pero el Gobierno tuvo la astucia de pactar con estos dos estamentos en una aplicación de libro del principio "Divide y vencerás" que dejó con el culo al aire al enemigo), la iniciativa del Interior ha gustado a todas las asociaciones de padres y ha sido criticada por las de estudiantes. La brecha no ha sido ideológica, sino generacional.

Por supuesto, ha habido matices. Por ejemplo, la Concapa reclamó además apoyo a la familia para que ésta pueda educar a los hijos en valores, “justo lo que este Gobierno no está por la labor de hacer”. No tiene mucha imporancia: ya se sabe que la Concapa tiene una percepción de la familia como refugio sagrado y panacea universal que ni el clan de los Corleone. Al margen de este prurito identitario, los padres católicos coincidieron con los padres laicos en dar la bienvenida al plan de Interior e incluso fueron capaces de reunirse para prepararlo sin apuñalarse mutuamente con el crucifijo del aula.

En el otro lado, se encontraron el Sindicato de Estudiantes, al que hemos visto saliendo a la calle en defensa de la escuela pública, y la Unión Democrática de Estudiantes, que milita en la Plataforma anti-LOE. Los primeros, muy izquierdosos ellos, calificaron el plan de “medidas represivas” que crean alarma social y criminalizan a la juventud, pero es que también la UDE dijo que el remedio está en la educación y no en el “control policial”. Es decir, que, por encima de las convicciones políticas, esta vez el factor decisivo en la alineación ha sido ese fenómeno intemporal y muy interesante de estudiar por el que la juventud interpreta, inexorablemente, que los agentes del orden son sus enemigos.

Yo debo de estar haciéndome mayor, pero sin serlo tanto como para haber vivido el franquismo, porque ya no soy capaz de concebir esa manera de ver las cosas; en realidad, no sabría decidir cuál de los dos colectivos hace actualmente mejor el papel de esbirro del sistema. No me represento los perjuicios psicológicos que, según se insinúa, crearía a los estudiantes el hecho de toparse con una patrulla al salir de clase, ni tampoco el estado policial que, al parecer, quedaría entonces automáticamente instaurado. Tampoco atisbo qué necesidad hay de elegir entre vigilancia y educación, máxime cuando, a pesar de los años que las asociaciones antidroga llevan friéndonos a campañas formativas, lo cierto es que la oferta sigue tirando de la demanda al contonearse seductora ante los ojos curiosos y vitales de los adolescentes. Y, sobre todo, no creo que se esté conculcando la libertad de nadie precisamente cuando se le ahorra la creación de una necesidad artificial que, si nace, se la condicionará de manera trágica el resto de su vida.

 

 

Referencias y contextualización

El viernes 13, El Mundo de Castilla y León informó de que empezaba a hacerse notar la presencia policial en el entorno de los centros educativos de la región, dentro del plan diseñado a nivel estatal por el Ministerio del Interior para impedir la venta de drogas a los estudiantes, que se acababa de empezar a aplicar. Las diversas organizaciones de la comunidad educativa se dividieron en dos bloques a la hora de posicionarse frente a esta iniciativa, como ya habían hecho ante el anteproyecto de la Ley Orgánica de Educación (LOE). Una discusión completa del contenido de la LOE se puede leer en "Por partes. Calidad y Religión", artículo publicado en Periodista Digital; de la negociación en la que el Gobierno logró dividir a la Plataforma anti-LOE pactando con los sindicatos de profesores y la patronal de los centros católicos, habla "La táctica del tirasoga".

Un problema de impresión impidió este miércoles la llegada a los kioskos de El Mundo-Diario de Valladolid, por lo que este artículo apareció únicamente en El Mundo de Castilla y León.

Álvaro Vermoet, presidente nacional de la Unión Democrática de Estudiantes, escribió con fecha de 6 de agosto de 2006 una réplica al correo personal de Kiko Rosique que precisaba:

Estimado Sr. Rosique,

Leo con gran interés el artículo titulado “Patrullas al salir de clase”, del 18 de enero, sobre el Plan de Interior para patrullar cerca de colegios e impedir la compraventa de drogas, en que se afirma lo siguiente:

 «Los primeros [el Sindicato de Estudiantes], muy izquierdosos ellos, calificaron el plan de “medidas represivas” que crean alarma social y criminalizan a la juventud, pero es que también la UDE dijo que el remedio está en la educación y no en el “control policial”. Es decir, que, por encima de las convicciones políticas, esta vez el factor decisivo en la alineación ha sido ese fenómeno intemporal y muy interesante de estudiar por el que la juventud interpreta, inexorablemente, que los agentes del orden son sus enemigos.»

 Nada más lejos de la realidad. La Unión Democrática de Estudiantes no ve en los agentes del orden “enemigos” sino los cuerpos y fuerzas de seguridad que garantizan nuestros derechos y libertades, así como la continuidad de nuestro Estado de Derecho. Para nada ha sido esta la postura de la organización que presido. Tampoco hemos caído, aunque así lo recogieran algunos teletipos, en esa imbecilidad que propone la izquierda para todo problema que es dejarlo todo a la “educación” a “medidas educativas”.

 Lo que yo afirmé a los medios fue, sencillamente, que establecer controles en los colegios no variará para nada la demanda, sino como mucho la trasladará a otro punto geográfico. Creo que es de sentido común. Por otra parte dije que yo, como liberal, estoy en contra de que una entidad coercitiva, como es el Estado, prohíba la compraventa de un determinado producto a sus ciudadanos, mayores de edad, porque perjudique su propia salud. Estoy en contra de la Ley Antitabaco y estoy en contra de que las drogas blandas sean ilegales. Yo no creo que el Estado deba cuidar a la gente, sino permitir que cada uno se cuide lo que le de la gana. Muere más gente por sobrepeso que por consumo de drogas, ¿deberían imponernos por ley una dieta equilibrada?

 Simplemente quería aclarar este punto. No hay cuestión “intergeneracional” alguna. UDE es una organización liberal y de derechas que cree y apoya la labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado pero que, sencillamente, cree que el Plan de Interior es inútil y las prohibiciones estatales inmorales.

 Atentamente,

 Álvaro Vermoet Hidalgo

Presidente Nacional

Unión Democrática de Estudiantes

PD: Resulta además equívoco que compare nuestra postura con la del Sindicato de Estudiantes. ¿Desde cuando la izquierda española ha sido liberal? Por cierto, le informo de que el Sindicato se opone a la legalización.

 

 

Artículo siguiente

Artículo anterior

Página principal