28 julio 2010 |
Señor Santiago, cierra España |
Tal como va últimamente el frente del Ebro, la oración que elevó el santo monarca al santo patrono por “la gran familia unida” y la “cohesión”, el “entendimiento” y los “planteamientos integradores” entre las comunidades autónomas sonó muy parecida a la vieja arenga con la que los españoles de hace siglos barnizaban de sagrado sus acometidas militares. Algún súbdito de poca fe objetará que lo que pasa es que al Rey le dejan decir de su propia boca casi tan poco como gastar de su propio bolsillo, y por eso los periodistas escudriñamos todas sus palabras con lupa, como si su obligada parquedad encriptara un complejo mensaje que admite tres niveles de lectura y hace guiños tácitos a la cábala y a las profecías de San Malaquías. Podría ser, pero es que el mismo domingo, en estos pliegos de pergamino, lo confirmaban los reyezuelos de Castilla y León, Aragón, Galicia, Navarra y La Rioja, que evidentemente están más próximos al terruño que a etéreas alianzas entre el altar y el trono: el Camino de Santiago encarna el “proyecto común”, la “cooperación” y la “unidad de acción” de la España de las autonomías. Como legítimos herederos de los reinos cristianos medievales, ellos saben de sobra que la hercúlea tarea de mantener unido a este país hace necesario encomendarse a un santo de armas tomar. Sin duda, Santiago debe de serlo. Pensemos que, según los Hechos de los Apóstoles, fue el primero de ellos en morir ajusticiado, allá por el año 44. Es decir, que en apenas once tuvo tiempo de llorar a Jesús, pedir la excedencia en un tiempo en que en las comunidades cristianas de Israel no sobraba precisamente personal, venir a España (sin duda, favorecido por que entonces no había huelga de controladores aéreos), convencer a los lugareños (sin duda, favorecido por que entonces aún no había que explicar la Santísima Trinidad ni la Inmaculada Concepción), volver a morir a Jerusalén y por fin regresar de algún modo, ya cadáver, a su sepulcro en la tierra que evangelizó. Al parecer, los cristianos empezaron a notar su protección en el siglo IX, aunque supongo que algo dudarían de ella cuando al siguiente Almanzor le robó la cartera y hasta las campanas. En el XI, los monjes de Cluny se inventaron el Camino como la baza proselitista perfecta en su rivalidad con Roma, y sin embargo a Santiago aún le quedaron fuerzas para ayudar a reconquistar Toledo. Desde entonces y hasta el pasado domingo, inclusive, su nombre es sinónimo de cruzada.
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Referencias y contextualización La oración del Rey Don Juan Carlos al apóstol Santiago el 25 de julio, festividad del patrono de España, puede consultarse aquí. Sus referencias a la unidad resultaron especialmente significativas ante el rebrote del independentismo catalán, que acababa de expresar su descontento ante la sentencia del Tribunal Constitucional que declaraba ilegales varios aspectos del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Desde la Reconquista y hasta el siglo XIX, los ejércitos españoles emprendían el ataque al grito de "Santiago y cierra España". El mismo domingo 25, El Mundo de Castilla y León recogía los testimonios de los presidentes autonómicos de Castilla y León, Aragón, Galicia, Navarra y La Rioja, que interpretaban del modo indicado el significado moderno del Camino de Santiago. La alusión irónica a que en el siglo I no había aviones con que viajar rápidamente de Israel a España aprovecha la circunstancia de que en estos momentos se sospechaba que los controladores aéreos estaban haciendo una huelga encubierta declarándose muchos en baja por estrés; de esa forma, se estarían vengando del ministro de Fomento, José Blanco, que había puesto fin a su estatus privilegiado. El general musulmán Almanzor mantuvo a la defensiva a los reinos cristianos durante buena parte del siglo X, y hasta se permitió robar las campanas de la primera catedral de Santiago para llevárselas a la Mezquita de Córdoba.
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