19 abril 2006
Sinsentido
 

 

Hay cosas en este mundo que no tienen sentido. No lo tienen, por mucho que nos empeñemos en buscarlo. Por ejemplo, que la lluvia obligue a suspender la Procesión General del Viernes Santo de Valladolid.

Al fin y al cabo, si Dios nos deniega un favor que le habíamos rogado con fe convencida y 30 vueltas al circuito de nuestro rosario, podemos estar seguros de que en el fondo no nos convenía, aunque nuestros ojos imperfectos de mortal no hubieran sabido atisbarlo. Si nos surge un contratiempo severo, será que el Señor nos está poniendo a prueba o enseñando el valor y el precio de las cosas importantes. Si lo que nos cae encima es un mazazo de ésos que te dejan tiritando para siempre, y por mucho que aprendamos y valoremos ya es demasiado tarde y nadie nos va a devolver a la persona o la salud que perdimos, quizá sea que a Dios le salió positivo el análisis y negativo el contraanálisis, y necesitaba seguir probándonos de por vida, o que su misericordia infinita quiere asegurarnos el Reino de los Cielos o revelarnos una experiencia más profunda y plenamente humana que nos era inalcanzable en la prosperidad frívola que nos embargaba. En cualquiera de los casos, además, es bien sabido que Dios aprieta pero no ahoga.

Si nos ponemos solidarios y lamentamos el sufrimiento que provocan la violencia o la miseria en el mundo, echaremos la culpa a la maldad y el materialismo con que el hombre ejerce la libertad que le fue otorgada. Si es una catástrofe natural lo que asola a un grupo humano y no cabe acusar al intervencionismo moderno sobre la Creación, será que la citada sociedad cayó en el pecado o que Dios ha querido despertar la solidaridad internacional. Si la masacre afecta a grandes multitudes de otras religiones, a los musulmanes que se atropellan delante de la Kaaba al menos les esperan las huríes, y Juan Pablo II ya reveló que el Holocausto sólo acabó con seis millones de judíos porque la Divina Providencia no consintió que la tiranía de Hitler durara más de 12 años.

Pero que haya que suspender la procesión… Eso es una tragedia sin paliativos, que no beneficia, compensa ni enseña nada a nadie, y su escasa gravedad tampoco permite llegar a hablar de renuncia y sacrificio pascual. Cuesta imaginar al Gran Hacedor deshaciendo de forma tan cutre una fiesta en su honor y a la Voluntad Suprema promoviendo la injusticia de que unos pudieran salir y otros no o que se generaran rencillas innecesarias entre las cofradías, Jesús Urrea y Javier León De la Riva. Aunque, ante todo, lo que resulta difícil de aceptar es que permitiera la angustia de los pobres cofrades, pendientes de la lluvia para ver si iban a poder cumplir su anhelo de solemnidad mística y seguir inculcando la tradición a sus hijos. Penitentes doblemente penados; presos en un sinvivir, en un sinsentido, en un sindiós.

 

 

 

Referencias y contextualización

La Procesión General del Viernes Santo de Valladolid tuvo que suspenderse hora y media después de empezar ante las primeras gotas de lluvia. La lluvia podría dañar las valiosas tallas barrocas que se exhiben en algunos de los pasos que pasean las cofradías. Esas esculturas, las que dan carta de naturaleza a la Semana Santa vallisoletana, son en su mayoría propiedad del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Al parecer, el director de éste, Jesús Urrea, presionó a la Junta de Cofradías para que no diera salida a la procesión ante las malas perspectivas meteorológicas. Por el contrario, el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, consideró que la suspensión del acto después de empezado había sido un "exceso de celo" y un "fraude" a los vallisoletanos y a los turistas. "Luego se quejan de que la gente vaya a las procesiones de Sevilla". En el medio, las cofradías merecieron las críticas de ambos, por haber salido y por haberse retirado; sus portavoces dijeron que cuando salieron no llovían y que el verdadero "fraude" habría sido pasear las esculturas envueltas en plástico.

La interpretación del Holocausto por parte de Juan Pablo a la que se alude aquí pertenece a su última encíclica, Ecclesia de Eucharistia (2003)

Sobre la Semana Santa vallisoletana, trata también "Pasión y muerte".

 

 

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