23 marzo 2011
Sofismas
 

 

Las analogías pueden ser un instrumento muy útil para iluminar ángulos oscuros de un debate... o bien para neutralizarlo y hundirlo en el fango de la demagogia. Cuando se simplifica en una mera regla de tres una proposición que no puede reducirse a la lógica, lo que se hace es un sofisma. El PSOE y el PP, muy dados a hozar en estas perversiones del raciocinio a sabiendas de que lo son porque les resulta más rentable mantenerse en los medios en su continua guerra de teletipos, llevan 10 días intercambiándoselas a cuenta de los dos nuevos países de los que estamos aprendiendo geografía en los telediarios.

Tras lo sucedido en Japón, los socialistas se sienten reafirmados en su propósito de cerrar la central de Garoña, ese colmo de la mala suerte que, apenas se había encendido la luz de un posible giro pronuclear del PSOE, va y se la traga un tsunami. Más allá de lo improbable de que Burgos sufra un terremoto de 9 grados o quede anegada por una marea incontenible, el sofisma consiste en dar por supuesto que una fuga nuclear se ha de convertir en el apocalipsis anunciado por el fantoche de Bruselas que rastreó todo el diccionario hasta hallar la palabra que le garantizaba todas las portadas. La radiactividad despierta en nosotros la escenografía ominosa que han inculcado las películas de catástrofes, pero lo cierto es que Chernobyl provocó únicamente 50 muertos. Por una cifra mucho más cuantiosa, reiterada y que a ciencia cierta se va a seguir repitiendo, a nadie se le ocurre suprimir otras actividades esenciales de la vida moderna como el tráfico o la construcción.

Por su parte, el PP sugiere una comparación entre la intervención de hace ocho años en Irak y la recién iniciada en Libia. Al margen de la irrisoria legalidad internacional que depende de que ninguno de cinco países del mundo vete una iniciativa, la situación sería similar si a Sadam se le hubiera atacado, por ejemplo, para prevenir la masacre kurda. Pero el casus belli (que no es achacable a Aznar, sino a Bush) fue otro muy distinto. No el petróleo, como repite el eterno estribillo de IU (lo mejor para garantizar el suministro era, de hecho, mantener a Sadam y Gadafi como hizo Occidente durante años), sino una venganza extemporánea que estaba claro que iba a provocar muchos más muertos de los que ahorraba.

Ya veremos en Libia, pero a primera vista parece que el saldo entre muertos evitados y muertos provocados será el contrario. Por lo pronto, en este caso la campaña no la promueve una revancha sino la mala conciencia de Occidente, que hasta el último momento planteó la ofensiva como mera medida de presión para disuadir al régimen libio. Sadam permitió al final la entrada de los inspectores y Bush dijo que era demasiado tarde.

 

 

 

Referencias y contextualización

La actualidad internacional estaba polarizada en este momento por el terremoto de 9 grados ocurrido en Japón, y el consiguiente tsunami que alcanzó la central nuclear de Fukushima, provocando una fuga nuclear, y la intervención de la comunidad internacional en Libia para evitar que el coronel Muamar Gadafi masacrara a los rebeldes que se habían levantado reclamando, como en otros países árabes, avances hacia la democracia.

El PSOE había utilizado la crisis japonesa como referencia para ratificar su postura antinuclear (apenas unas semanas después de aprobar junto a otros grupos en el Senado una enmienda a la Ley de Economía Sostenible que no hacía mención a los 40 años barajados hasta el momento como vida útil de las centrales), mientras que el PP quio poner en paralelo su apoyo a la Guerra de Irak con el respaldo del Gobierno socialista a la intervención en Libia.

 

 

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