19 mayo 2004
Sola se queda Fonseca
 

Sapientia Aedificavit Sibi Domum, la sabiduría se construyó una casa. En eso estamos de acuerdo todos. La cuestión que cabe plantearse y que el viejo lema de la Universidad de Valladolid, prudentemente, no se arriesga a precisar, es dónde. No hay escrituras ni registros de la propiedad. Todo es sumergido, semiclandestino, carente de rastro documental, como si el constructor hubiera sido el infortunado pupas que, además de la vida, acaba de perder de penalti injusto el título de “Oxomense del Siglo” (o sea, el tío más cojonudo del siglo entre los nacidos en El Burgo de Osma) frente a Juan José Lucas.

Las evidencias nos permiten sospechar que, o temen que se les caiga el techo encima como a los vecinos de Los Ángeles de San Rafael, o los alumnos de Filosofía y Letras tienen claro dónde no está la casa de la sabiduría. Los datos objetivos traslucen que más de la mitad de ellos se corren las clases “a menudo”.

Tomando este supuesto como hipótesis de partida, escudriñaremos las fuentes de que disponemos como los rigurosos científicos sociales que algunos aprendimos a ser, y trataremos de analizar el absentismo universitario. Hemos contabilizado que el 85,8% de los apuntes de clase reproduce casi literalmente el texto de los manuales sobre la materia, lo que nos hace deducir que el profesor se limita a repetir lo que se puede encontrar cómodamente en libros ya publicados. Esto explicaría que los estudiantes rehúsen caligrafiar por la mañana lo que les va a tocar leer por la tarde y prefieran fotocopiar los manuales o los apuntes de un compañero. Por otra parte, tras analizar los horarios con teorías estructurales, afirmamos que su inconexión hace imposible que quede tiempo para estudiar a menos que se descuente de las clases presenciales. Esta incompatibilidad se haría insuperable para los alumnos que tengan un trabajo aparte.

De acuerdo con nuestro método cuantitativo, una vez restado el tiempo desperdiciado en copia de apuntes, traslados, colas en la biblioteca, trámites burocráticos y relleno de horas sueltas, calculamos que una licenciatura de Letras de cinco años se podría estudiar holgadamente en diez meses de lectura intensiva de los manuales en casa. Por ello, concluimos que el único sentido de estas carreras es entablar relación con compañeros que albergan inquietudes semejantes, que van a sufrir desengaños análogos y que están en edad de merecer. En esta línea, la casa de la sabiduría podría ser perfectamente aquélla donde se aloja la mesa de mus en la que los chavales guiñan el ojo cuando se les aparece la bonita, y proponemos, como posible solución, que el lema de la Universidad se reemplace sin demora por el de Sapientia Aedificavit Sibi Putis Domum. Quod erat demostrandum.


 

Referencias y contextualización

Un informe mencionado por el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Luis Santos, en declaraciones a Diario de Valladolid, revelaba que más de la mitad de los alumnos de este centro dejaban a menudo de asistir a clase. "Sola se queda Fonseca" es el primer verso de una conocida canción de las tunas universitarias que se refiere al adiós a las aulas; el segundo es: "Triste y llorosa queda la universidad". Sapientia aedificativ sibi domum es el lema que se lee en el emblema de la Universidad de Valladolid.

Esta semana, el senador y ex presidente de la Junta de Castilla y León Juan José Lucas había sido elegido por sus conciudadanos "Oxomense del siglo". De El Burgo de Osma también era natural Jesús Gil y Gil, el polémico constructor, ex alcalde de Marbella y presidente y accionista principal del Atlético de Madrid, fallecido el 14 de mayo. El pupas es un sobrenombre entre peyorativo y cariñoso con que se ha venido conociendo tradicionalmente al Atlético, debido a su proverbial fatalidad. El primer escándalo en que se vio envuelto Jesús Gil fue el desplome el 1969 de un restaurante en Los Ángeles de San Rafael (Segovia), de su propiedad y construido sin licencia.

El ensueño de poder aspirar a ser una ciencia rigurosa capaz de llegar a verdades objetivas es una constante de la Teoría postmoderna de la Historia, de la que también se hace eco en un tono paródico semejante a este el artículo "Los documentos". Quod erat demostrandum ("Lo que se quería demostrar") es la rúbrica que tradicionalmente colocan los matemáticos, físicos o químicos al final del desarrollo de la demostración que querían exponer a su auditorio.

 

 

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