26 mayo 2004 |
Del talante: del suyo y del
nuestro |
Dado que el talante que abandera Rodríguez Zapatero es difícil de contradecir o desprestigiar, sus enemigos se apresuran a trasmutarlo en entreguismo cada vez que una negociación pueda leerse como cesión de España a sus enemigos, externos o internos. Ocurrió al acatar el Gobierno la doble mayoría en la Constitución europea (como si una solución favorable a nuestro país no fuera igual de arbitraria e inargumentable que una en contra) y también al conocerse que ésta no se rubricará en Madrid en homenaje a las víctimas del 11-M (como si el tratado constitucional no estuviera concebido desde hace años como una refundación del de Roma de 1957 que se ha de firmar allí). Iba a suceder con los conciertos económicos hasta que Jordi Sevilla prometió que serían iguales para todos y ahora resurge la polémica por la reapertura de las conversaciones sobre el Archivo de Salamanca. Sabemos que el talante de los partidos catalanes no será tan deportivo como el de Zapatero. Ellos viven de eso. Duran i Lleida aduce que la entrega de los documentos sería la prueba de la “reconciliación definitiva”, pero lo cierto es que la razón de ser de los nacionalismos consiste en no dar la menor oportunidad a esa cuota de olvido conciliador sobre la que Renan decía que se construyen las naciones; cuanto más refloten las viejas controversias que apenas le importan a nadie, más lejos estará una idea de España compartida por todos. Así las cosas, tenemos dos opciones: o bien enrocarnos en una cerrazón que alegue que el tema ya lo zanjó la Comisión de expertos, retomando nuestro tradicional derrotismo quejumbroso porque los catalanes “se lo quieren llevar todo”; o bien adoptar un cinismo tranquilo y elegante como el que respiraban los artículos que firmaron aquí Ernesto Escapa y Gonzalo Santonja. Tenemos mucho que ganar con el intercambio de papeles por frescos y relieves: a fin de cuentas, éstos no se pueden digitalizar. Y la lógica de nuestra reclamación (y de las parroquias aragonesas) sería inapelable. Si además el Gobierno se siente obligado a compensar al Archivo de Salamanca con fondos de la Fundación Francisco Franco y el Ejército, y lo convierte en un acervo completo y vertebrado de la Guerra Civil, la jugada saldría redonda. De modo que no vayamos enfurruñados a negociar. Seamos afables, francos y razonables. Deslegitimemos al adversario incluso ante su propio electorado. En resumen, apliquemos el método de la sonrisa.
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Referencias y contextualización El cambio de talante respecto a la crispación y el enconamiento generalizados en la última etapa del gobierno de José María Aznar fue uno de los principios de los que más hizo bandera José Luis Rodríguez Zapatero en las primeras semanas de su mandato. También llegó a bautizar su actitud a la hora de proceder a la negociación política como el método de la sonrisa. Los dirigentes del PP y los comentaristas afines a este partido ridiculizaron este talante y lo responsabilizaron de la inminente aceptación por parte del Gobierno del proyecto de Constitución europea (bloqueado por el anterior Gabinete por considerar que disminuía la capacidad de decisión española respecto al reparto de escaños y votos ponderados estipulado en el Tratado de Niza) y de la cesión a que la Carta Magna europea se firmara en Roma y no en Madrid en homenaje a las víctimas del 11-M (como semanas atrás había aventurado Zapatero). Esta semana, los partidos nacionalistas catalanes consiguieron en el Congreso de los Diputados el compromiso del nuevo Gobierno a reabrir las conversaciones acerca del destino de los documentos requisados a la Generalitat por las tropas de Franco en 1939 y almacenados en Salamanca, con los que se conformó en 1980 la sección Guerra Civil del Archivo Histórico Nacional y en 1999 el Archivo Nacional de la Guerra Civil. La devolución de los papeles de la Generalitat son uno de las reivindicaciones recurrentes del catalanismo (ver "Los documentos" y "Archivo invertebrado"), que los considera un botín de guerra que perpetúa las heridas y divisiones de la Guerra Civil. El dirigente de CiU Josep Antoni Duran i Lleida acababa de pronunciarse en este sentido comentando que la devolución de los documentos de la Generalitat sería la señal de la "reconciliación definitiva". Por parte castellanoleonesa, la Junta, el Ayuntamiento de Salamanca y la opinión pública suelen replicar que lo razonable es que un archivo que debe ser un filón para la investigación histórica no debe estar disgregado, aunque frente a este argumento los catalanes arguyen que los documentos siempre se podrán digitalizar o copiar y salvaguardarse la unidad del Archivo. La Comisión de expertos que estudió el tema por encargo del Gobierno del PP llegó a la conclusión de que la unidad del Archivo exigía la conservación de los originales en Salamanca. Sobre este nuevo brote de la polémica escribieron sendos artículos en Diario de Valladolid y El Mundo de Castilla y León su columnista Ernesto Escapa y el director del Instituto de Castilla y León, Gonzalo Santonja. Los dos oponían a las reivindicaciones de los catalanes la de centenares de obras pictóricas, escultóricas y de orfebrería procedentes de las diócesis castellanas y que se encuentran en museos catalanes; algunas parroquias aragonesas también acababan de hacer demandas análogas. El líder del PSOE de Castilla y León, Ángel Villalba, había insinuado que en poco tiempo el Archivo de Salamanca se vería enriquecido por el traspaso de documentos sobre la Guerra Civil procedentes del Museo del Ejército y de la Fundación Francisco Franco, que sería impulsado por el Gobierno de Zapatero. De la resolución de esta polémica, a finales de año, se da cuenta en "Yo también me habría abstenido" y en el primer párrafo de "El combate del año". |
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