21 abril 2013
Todo eran preferentes
 

 

Por muy reveladores que sean los documentos que está publicando este periódico sobre la aversión de Caja España al lenguaje escrito cuando unas participaciones preferentes bien pueden explicarse con palabras que lleva el viento, mucho me temo que no podrá demostrarse un solo caso concreto en que el personal de la entidad estafara a sabiendas a su comprador. Las víctimas nunca podrán probar que si hubieran conocido el riesgo de la adquisición no la habrían hecho, y bastará que el comercial niegue haberlo ocultado para que los afectados tengan que resignarse a que no haya una culpa digna de su tragedia.

Tampoco sería justo atribuírsela a los empleados que les endilgaron las preferentes. Les movían, sin duda, las órdenes de captar dinero que les hubieran dado desde arriba, pero no creo que pensaran estar engañando a los compradores. La cotización de las acciones de las cajas iba a depender de la evolución del sector inmobiliario al que estaban expuestas, y por entonces no se pensaba que la burbuja iba a estallar. Nadie habría considerado las preferentes una inversión de riesgo.

Quienes por aquel tiempo compraron un piso con la intención de venderlo más caro unos años después también tenían la convicción de estar realizando una inversión segura. Y otro tanto ocurre con las miles de inmobiliarias que han tenido que cerrar estos últimos años, aunque en teoría tenían que ser ellas las que mejor conocían el sector y sus perspectivas de rentabilidad. Y con las entidades financieras que invirtieron masivamente en el suelo y la construcción. En esta crisis, todo ha sido una especie de participación preferente, que se adquirió como una oportunidad chollo y al final ha resultado ser un timo del destino.

Las cosas valen lo que se cree que van a valer en el futuro: es la lógica del capitalismo financiero y fiduciario en que vivimos. A algunos brillantes divulgadores liberales, como Carlos Rodríguez Braun, les gustan subrayar que este sistema crea riqueza de la nada, porque el dinero que uno deposita en el banco genera intereses y, a la vez, al ser invertido por la entidad se multiplica en otros lugares y empresas. Pero, por esa regla de tres, habrá que convenir en que, en ocasiones como ésta de las preferentes en que la inversión se deprecia, también es capaz de destruirlo. Y, en esa termodinámica infernal que arruina vidas y esperanzas, el capitalismo, hay que joderse, sólo se transforma.


 

 

 

Referencias y contextualización

El Mundo de Castilla y León había publicado una serie de documentos que atestiguaban que la antigua Caja España había ordenado a sus empleados informar a los clientes sobre las participaciones preferentes sólo oralmente, sin dejar constancia escrita de sus riesgos. Estos riesgos, que consistían en que el producto financiero no era un depósito sino que su rentabilidad estaba sujeta a la cotización de las acciones de la entidad, había supuesto una considerable pérdida de ahorros a sus compradores. Éstos, igual que los clientes de Bankia y otras entidades, se estaban movilizando y quejando de la estafa que desde su punto de vista suponía haber sido suficientemente informados de tales riesgos. "La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma" es el enunciado popular del primer principio de la termodinámica.

 

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