27 abril 2005
Todos detrás de nuestro alcalde
 

Claro que sí. Todos detrás de León de la Riva, cuya “hombría”, convenientemente resaltada por su homólogo abulense, despertó ayer la admiración carpetovetónica. Y esto no ha hecho más que empezar. Mal que les pese a estos sociatas impíos, nuestro alcalde va a ser sólo el primero de una larga serie de héroes que antepondrán noblemente el dictado de su conciencia a los de la autoridad opresora.

Primero se manifestarán el resto de regidores católicos, cuyo sentido moral les impide ser cómplices de contubernios indignos. Luego los testigos de Jehová empleados en hospitales, que no deben rebajarse a participar en prácticas antinaturales como las transfusiones de sangre. Después, los socorristas musulmanes que no pueden tocar a una mujer desnuda. Sucesivamente, vendrán los bomberos judíos que no tienen por qué apagar incendios en sábado, los policías budistas que no detendrán sospechosos porque el individuo no existe, los profesores a los que repugne explicar una falacia como la teoría de la evolución, los cocineros vegetarianos que supriman la carne de la dieta de los asilos, los cuidadores de niños que abracen el pensamiento de Malthus, los conductores de autobús que no quieran embarcar en martes y 13, los recogedores de basura que no soporten ver cruzar gatos negros, los ambulanceros culés a los que les parta el alma llevar a madridistas, los jueces que decidan que nada más edificante que condenar a los criminales con penas en el infierno y los inspectores de Hacienda que, demostrando su celo profesional, les pedirán la declaración de la renta a los Reyes Magos.

Todos ellos seguirán con orgullo y honor la estela de nuestro alcalde, que ha encabezado la cruzada más sublime que pueda imaginarse: la salvación del matrimonio. Una causa tan elevada que justifica que los funcionarios católicos se queden sin ingresos por defenderla. Para que nos hagamos una idea de su importancia, pensemos que ni siquiera el hambre o la pobreza han merecido hasta ahora la venta de los bienes eclesiásticos.

Algunos no entienden nada. Se preguntan qué pareja heterosexual concreta podría sentirse menoscabada o irse al garete por coexistir con otras homosexuales. No es eso. Ninguna persona sufre daño alguno por la homologación de orientaciones, pero eso no impide que ésta sea “injusta” e “inhumana”. Y lo es porque empaña la institución sagrada del matrimonio, una verdad antropológica con siglos de Historia a sus espaldas, que se vería mancillada irremisiblemente si diera cabida con el mismo nombre a aberraciones homosexuales.

Sólo quien haya sentido un dolor parecido ante la corrupción de una esencia magnífica y pura puede comprender lo que estoy diciendo. Lástima que ya no estén aquí para explicárnoslo los alemanes que vieron cómo su querida raza aria era contaminada por los judíos.

 

 

Referencias y contextualización

El lunes 25, el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, del Partido Popular, fue el primero de España en anunciar su intención de negarse a oficiar matrimonios civiles de homosexuales alegando objeción de conciencia. Su cargo le obligaría a celebrar bodas entre personas del mismo sexo cuando entrara en vigor la reforma del Código Civil que legalizaría estos matrimonios, aprobada el jueves 21 en el Congreso de los Diputados. León de la Riva repitió varias veces que ni casaría ni delegaría su función en otros concejales. El martes 24, el alcalde de Ávila, Miguel Ángel García Nieto, también del PP, elogió el gesto de su correligionario como un "gesto de buena hombría". Respondían así a la petición del presidente del Consejo Pontificio para la Familia, el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, quien el viernes 22 reclamó a los funcionarios católicos españoles que se negaran a casar a homosexuales, aunque esto les supusiera la pérdida de su empleo. Desde el Partido Socialista, promotor de la reforma legislativa, se advirtió a la Iglesia que estaba incurriendo en la insurrección civil, pero el mismo día de la publicación de este artículo, los obispos de Barcelona, Segorbe-Castellón, y Ferrol-Mondoñedo, Ricard María Carles, Juan Antonio Reig Pla y José Gea Escolano, ratificarían la petición vaticana.

Un intento de rebatir la tesis de que las uniones homosexuales no deben llamarse matrimonio puede encontrarse en "Las palabras y las cosas"

 

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