6 octubre 2004 |
Las palabras y las cosas |
Aznar se retrató en la entrevista al diario alemán Bild en la que ironizaba sobre la trascendencia de las medidas del nuevo Gobierno para nuestro país: “Ahora se van a poder casar los homosexuales”. Al parecer, la cohesión interna o el protagonismo exterior de un ente que ni siente ni padece llamado España son más importantes que el que entre 20.000 y cuatro millones de ciudadanos vivan con normalidad la pulsión más irrenunciablemente humana. Pues bien, el último disfraz con que el PP y sus plumillas disimulan ese desprecio visceral que sienten hacia las “minorías radicales” lo hallaron en la palabra matrimonio y lo que históricamente ha designado; que los gays tengan los derechos que quieran, pero que se busquen otro nombre, porque ellos son una cosa diferente. A los homosexuales les habría importado muy poco el apodo si sus uniones hubieran sido reconocidas desde el principio. Pero ahora, con tanto encono y prejuicios enquistados, la clave de la igualdad es que se las llame matrimonio. Para que la palabra que dibuje el concepto en nuestra mente nos enseñe que el sexo de dos cónyuges es tan accesorio como su raza o su signo del zodiaco. ¿Puede haber algo más rancio que erigir en jueces del debate social a la tradición y al origen de las palabras? Si apelaran a la Historia, los sudafricanos no podrían llamar matrimonio a los enlaces interraciales, durante décadas tan inconcebibles allí como aquí los homosexuales. Y, en cuanto a la etimología, los conservadores se hartan de repetir que matrimonio viene de mater. Pues sí, de madre, no de mujer, con lo cual habría que ir refiriéndose de otra forma a las parejas casadas sin hijos. Más aún; en rigor el matrimonio es un sacramento, de modo que las uniones por lo civil deberían ir buscando también una denominación más precisa. La lengua evoluciona creando polisemias (metáforas regularizadas) muy preferentemente a introduciendo neologismos. La sociedad las adopta para abarcar una ampliación del campo semántico dictada por las nuevas costumbres. Pero cualquier lingüista sabe que la relación entre un vocablo y su significado es arbitraria, convencional. Que cien años después de Saussure haya quien pretenda que las palabras expresan la esencia de las cosas, significan lo que significan y no se las puede alterar, es un disparate tan grande que, antes que de ignorancia, prefiero creer que se trata de un prejuicio.
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Referencias y contextualización El Gobierno del PSOE aprobó el 1 de octubre el anteproyecto de ley de reforma del Código Civil para legalizar el matrimonio entre homosexuales. Por su parte, el PP, que durante su mandato se había resistido repetidamente a institucionalizar estas uniones, celebró el fin de semana del 2 al 3 de octubre su XV Congreso, y en una ponencia presentada para ser debatida en él admitía la legalidad de las uniones homosexuales con la salvedad de que se negaba a darlas el nombre de matrimonio. A lo largo de la semana, diferentes autores se posicionaron sobre este matiz en la prensa española. Los argumentos más usuales eran la etimología de la palabra matrimonio y lo que históricamente siempre ha designado. La entrevista concedida por José María Aznar al diario alemán Bild había sido publicada tres semanas antes. Las cifras máxima y mínima que se barajan en este artículo para calcular el siempre resbaladizo y polérmico número de homosexuales que viven en España resultan: la primera, de extrapolar para nuestro país la proporción del 10% constatada en Holanda y Bélgica, los otros Estados del mundo que permitían el matrimonio civil homesexual; y la segunda, de multiplicar por dos el número de parejas de hecho efectivamente registradas en España antes de la homologación de sus derechos a las uniones heterosexuales. El lingüista suizo Ferdinand de Saussure, fallecido en 1913, definió el signo como la relación psíquica y convencional entre un significante y el significado al que alude. Artículos en favor del matrimonio homosexual que se publicaron durante el Gobierno de Aznar, y que tratan de rebatir los argumentos que daban el PP y la Iglesia en su contra antes de concentrarse en el puramente nominal, fueron "Una Historia alternativa (Contribución al Día del Orgullo Gay)" y "No es sensibilización". |
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