10 marzo 2010 |
Y Dios creó la gestación |
La sincronía de los dos acontecimientos les puso a algunos la paradoja en bandeja: “A los socialistas, que tanto se preocupan por el sufrimiento de los toros, les importa un cuerno el de los embriones”. Sin embargo, y dejando al margen que el PSC sólo está lidiando como puede el marrón de 600 kilos que le ha soltado la iniciativa popular ecológico-independentista (Fernández Mañueco diagnosticó bien su trastorno bipolar en la entrevista del domingo), si se embiste con ese argumento hay que dejarse de capotazos en la calle y entrar al trapo sin rehuir el dolor. No sé si algún día se demostrará que las reacciones químicas del cerebro humano cuando experimenta sufrimiento psíquico son idénticas a las de la perra que se pasó 15 días velando a su compañero muerto en el arcén de una carretera de Ávila, pero lo que está claro es que físicamente todos los animales sufrimos igual. Y lo hacemos porque tenemos un sistema nervioso, cuyo desarrollo en el feto no se completa hasta los seis o siete meses de gestación. Es decir, que los toros sufren sin duda, y lo hacen de un modo y con una intensidad perfectamente homologables a las de los humanos, mientras que los célebres y efectistas “bebés-Aído”, a sus 14 semanas, tienen tanta capacidad de sentir dolor como un clic de Playmobil. Ahora bien, para que no se diga que toreamos en casa, quizá debamos cambiar de tercio y saltar de la biología a la arena teológica. A este respecto, si analizamos sin prejuicios la gestación y no concedemos autoridad a priori a supuestos magisterios nunca justificados, cabría preguntarse: ¿podemos estar seguros de que Dios, en su infinita sabiduría, no ha dispuesto que el embrión se desarrolle lentamente a partir de un cigoto para que las madres que se arrepientan estén a tiempo de abortar? Podríamos nacer hechos, derechos y con sistema nervioso, y sin embargo somos el resultado de un largo proceso de multiplicación y desarrollo celular. ¿Por qué? Es una realidad objetiva a la que cualquier persona religiosa debería tratar de buscarle una interpretación. Si la Iglesia da por buenos otros azares y desventuras entendiendo que reflejan la voluntad divina, tendría que dejar de enmendar la plana a la Creación llamando humano a lo que Dios ha querido que tarde nueve meses en llegar a ser y, quién sabe, quizás hasta lo ha dotado de una dualidad de alma y cuerpo para que la primera emigre y sobreviva si una mujer necesita deshacerse de la cáscara material.
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Referencias y contextualización El domingo 7, 10.000 castellanos y leoneses salieron a la calle a protestar contra la reforma de la ley del aborto aprobada por el Gobierno y las Cortes Generales, y el martes 9 la Conferencia Episcopal reforzó la toma de posición con una campaña que esquematizaba la evolución del cigoto al bebé. Coincidiendo con la polémica suscitada por su convalidación definitiva en el Senado, el Parlamento catalán debatió una iniciativa popular avalada por miles de firmas que pedía la supresión de las corridas de toros en Cataluña. A esta discusión se refirió el consejero de Interior y Justicia de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, en una entrevista publicada el domingo en El Mundo de Castilla y León. La historia de la perra que permaneció durante 15 días en el arcén de una carretera de Ávila junto al cadáver de su compañero muerto se relata aquí. Los "bebés-Aído", que debían su nombre a la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, promotora de la nueva ley del aborto, eran unos muñecos que imitaban el tamaño y forma de un embrión de 14 semanas, el plazo hasta el que la norma permitía el aborto libre. Otro artículo más completo sobre la nueva ley del aborto es "Heráclito y el aborto", publicado en Periodista Digital.
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