10 julio 2002 |
Contra el terrorismo |
Desconozco si la última oleada de agresiones neonazis se debe a una coincidencia, a un efecto dominó o a una campaña orquestada. Pero los ultraderechistas, en los años de la Transición, aún podían permitirse el lujo de pensar que se movilizaban en defensa de una causa, de un solio que se les arrebataba; hoy ya no. Totalmente deslegitimados y fuera del espectro político, no pueden aspirar más que al mafioso ajuste de cuentas, a la revancha de andar por casa. No queda nada de la ideología revolucionaria, antisistema, del fascismo o el falangismo teóricos, que, al margen de su populismo, su patrioterismo o su organicismo, incluía una vocación social, ya fuera para acoger o para neutralizar al movimiento obrero. Actualmente, los chicos de la cabeza rapada por fuera y por dentro saben que, a diferencia de los abertzales, no tienen base social para hacer tambalear la democracia ni extender el terror, y su única lucha consiste en la figuración mental de un gozoso espejismo de poder a costa de un puñado de inmigrantes, gays o militantes izquierdistas que no representan nada. Todo es anecdótico, ficticio, pero por eso mismo muy peligroso. No cabe razonar con quien esgrime la violencia como único argumento de su fantasía de superioridad; sólo que las autoridades tomen las medidas oportunas para que a ningún neonazi le sea posible regodearse en la cúspide del submundo paralelo que se ha construido. El victimismo que sirve de coartada a los terroristas vascos puede restar eficacia al rigor policial; en este caso ocurre todo lo contrario. Sinceramente, yo no percibo ni de lejos que la policía actúe con mayor celo en unas zonas que en otras. Pero, si en el curso de los últimos meses ha germinado la opinión de que se ha de defender la seguridad ciudadana a toda costa frente a cualquier tipo de terrorismo, también ha llegado la hora de actuar contra éste. Con redadas, videovigilancia, presencia real de la policía de barrio o lo que sea. Confío en que León de la Riva reitere la firmeza encomiable que ha demostrado en otras causas poco electoralistas pero justas, como la del centro de la Cruz Roja, cuando le lluevan las críticas tópicas de la izquierda en relación al Estado policial o el derecho a la intimidad. O, casi mejor, en que no haya tales críticas porque unos y otros se den cuenta de que, en ciertas guerras, todos combatimos en el mismo bando.
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Referencias y contextualización "Contra el terrorismo" es el nombre con el que habían bautizado PP y PSOE su pacto de Estado (posteriormente se extendió el añadido "y por las libertades") para hacer un frente común y acabar con ETA sin dejarse dividir o enfrentar por cuestiones relacionadas por en enemigo común del terrorismo. Las manifestaciones contra ETA solían llevar también este lema. Esta semana tuvieron lugar tres agresiones en Valladolid. En una de ellas llegaron a grabar una esvástica con una navaja en la piel de una chica. Se temió que se tratara del inicio de una campaña mayor de estos grupos. Por su parte, colectivos anarquistas denunciaron que la Policía se aplicaba con mayor dureza en las zonas de bares alternativos que en los lugares frecuentados por neonazis. La Policía de barrio había sido una de las grandes promesas electorales del PP municipal, pero su presencia y su eficacia eran cuestionadas por los ciudadanos. En este momento, el alcalde Javier León de la Riva parecía mostrarse a favor del centro de acogida a indomiciliados que la Cruz Roja pensaba construir en el barrio Girón. Al final, se desmarcó de cualquier implicación, al igual que el PSOE (sobre este tema, ver "Vivir en un colectivo" y "Un chiste".
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