3 julio 2002 |
Teoría del encuadre |
Uno de los temas recurrentes en la teoría del cine ha sido siempre el debate entre el encuadre entendido como marco y el encuadre entendido como ventana. La primera variante es la imagen del cine concebido como artefacto, resultado de la manipulación a cargo del director, el montador y demás técnicos, con una finalidad artística. El marco apunta, aparta, selecciona. No se avergüenza de su parcialidad, sino que la considera el rasgo característico del lenguaje fílmico. El cine clásico soviético y norteamericano se adhiere a esta mentalidad, y críticos posteriores como Mitry y Krakauer han insistido en la interpretación del encuadre ante todo como marco. La segunda opción es el paradigma del cine neorrealista y de teóricos afines como André Bazin. Estima que la cámara ha de ser honesta y neutral como una ventana a través de la que el espectador pueda asomarse sin guías ni cortapisas. Aborrece del montaje, del zoom y de los efectos de iluminación, porque la propiedad intrínseca de la película es proporcionar un fiel reflejo de la realidad tal como es. Nada más lejos de mi intención que mancillar a los productores de TV con rarezas intelectuales de las que evidentemente no son partícipes, pero es curioso que el sentido de programas como el que se trajo el jueves a esos dos “chicos que cantan” sea el de la vida en directo, el del encuadre-ventana, que seduce a los telespectadores supuestamente aburridos de la artificialidad de las historias con guión. En realidad, y prescindiendo de que el ingrediente decisivo en esos programas es precisamente el montaje, no puede haber mejor ejemplo de que la pantalla es siempre un marco y nunca una ventana que el triunfo aplastante de esta tropa de androides sin personalidad mientras se mueren de asco centenares de bandas amateur que escriben sus canciones y tratan de darse a conocer con una propuesta propia. Con un enfoque parecido, el mismo Ayuntamiento que contrata a los susodichos y se dispone a incrementar el presupuesto de las II Ferias-con-Paradance, recorta aún más su implicación en los festivales culturales del verano. Se deja orientar por la ventana que trasluce lo que reclama la mayoría de la población; pero la política también es un marco, capaz de dirigir la atención de la gente con aciertos como el Teatro de Calle. Cualquier encuadre hacia la ignorancia es una abdicación de su responsabilidad.
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Referencias y contextualización El 27 de junio, el Ayuntamiento de Valladolid invitó a la ciudad a David Bisbal y David Bustamante, dos de los grandes fenómenos de masas producidos por el programa de televisión Operación Triunfo, una suerte de reality show en el que el público asistía durante varios meses al aprendizaje de un grupo de jóvenes aspirantes a cantantes en la academia que hacía de plató. Sobre este programa, ver "Lukács y Operación Triunfo" y "Europe's living a descerebration". Por estas fechas, se supo también que se había aumentado el presupuesto municipal dedicado a las fiestas patronales, que presenciarían la segunda edición de la Paradance, un desfile de carrozas musicales con bailarines inspirado en eventos semejantes a nivel europeo como la Love parade de Berlín (sobre la primera edición, ver "¿Paraqué...?". Por el contrario, el Ayuntamiento recortó la subvención a dos de los festivales culturales del verano vallisoletano, el Estival Santa Cruz y las Noches de Pimentel El Festival de Teatro de Calle es acontecimiento que se inició en Valladolid en 2000, y que consiste en la actuación de diversos grupos teatrales o circenses en varios espacios habilitados para ello en el centro de la ciudad. Desde su primera edición, se ha convertido en un éxito rotundo al que los vallisoletanos han respondido my favorablemente. |
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