17 mayo 2006 |
Contra la comodidad |
Asisto con la frustración de un autoestopista que llevara dos horas esperando en el arcén de una carretera muy transitada a la prolífica contribución que está brindando últimamente Valladolid a la actualidad nacional. La eutanasia de Jorge León, el cadáver troceado en el Duero, la estafa filatélica. Sólo con esas tres historias ya tendríamos para abrir las secciones de Sociedad, Sucesos y Economía de un periódico generalista. Rellenen el resto de las páginas con el título copero del BM para Deportes y la Feria del Libro para Cultura, y concluirán que los columnistas de por aquí, los parásitos que vampirizamos vilmente las noticias que nuestros compañeros se curran a diario (a veces hasta sacándolas de la nada), tenemos el trabajo hecho esta semana. Nada más lejos de la realidad, y de ahí la frustración del autoestopista a la que aludía al principio. Cuantos más artículos voy amontonando (o acaso cuanto más viejo y torpe me vuelvo), más siento que hay temas que pasan y deben pasar de largo porque, aunque sería muy cómodo ponerse a glosarlos rellenando renglones sin más, honestamente no hay nada que opinar sobre ellos. ¿Qué se puede valorar, por ejemplo, de un crimen? ¿Y de una estafa, aparte de elaborar una crítica obvia al hecho de que no se revele a los clientes la verdadera fuente de la que se nutre el montante de sus intereses? Antes de ayer, la última llegada de inmigrantes ilegales a las islas Canarias me recordaba el tema por excelencia sobre el que nunca (revisen las hemerotecas) he sabido qué decir. Porque no creo que España sea más nuestra que suya, como para que nos arroguemos el derecho de impedir o filtrar entradas, pero, si no lo hiciéramos, sería un caos y un desastre para nosotros y para ellos. ¿Entonces? Sirva esta torpe confesión para excusarme ante los lectores por volver a tirar por segunda semana consecutiva del manido tema de la eutanasia. Esta vez, me ha dejado asombrado el triple argumento contra la misma que se ha sostenido en el congreso de médicos católicos. A saber: el paciente puede acabar creyéndose que tiene derecho a la muerte dulce, los familiares sentirse tentados a librarse de un problema y los médicos “abusar” de la compasión y ahorrarse tiempo y recursos. Es decir, que la eutanasia no debe legalizarse porque proporcionaría una salida cómoda al paciente, a los familiares y a los médicos. ¡A todo el mundo! Sin querer resultar recurrente, me temo que todo eso suena demasiado al antihedonismo patológico de los católicos, invariablemente convencidos de que el sufrimiento y el sacrificio son más nobles que la comodidad y el placer. ¿Y qué me dicen de ese presunto “abuso de la compasión”, que de pura buena intención llevaría a los médicos a liquidar vidas, incumpliendo su compromiso y su función de salvarlas? Sospecho que, si volviera Jesús de Nazaret, se limitaría a recordarles que el juramento hipocrático se hizo para el hombre y no el hombre para el juramento hipocrático.
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Referencias y contextualización En respuesta obvia al caso de Jorge León Escudero, un vallisoletano de 53 años que había quedado pentapléjico tras un accidente sucedido en 2000 y apareció muerto en su casa el jueves 4, el neurólogo Jordi Cervós afirmó en el XXII Congreso de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas que "es imposible poner límites legales a los potenciales abusos nacidos de la compasión de los médicos, de la fatiga de la familia y del desgaste de los mecanismos de control", y que "lo que comienza siendo una eutanasia se convierte para ciertos pacientes en un derecho exigible a la muerte dulce; para los allegados, es una invitación tentadora a verse libre de preocupaciones, y para ciertos médicos es un recurso que ahorra tiempo y esfuerzos". Las otras noticias a las que se alude son el asesinato de una mujer a manos de su marido, que troceó el cadáver y esparció los restos por el río Duero, y el escándalo de la estafa de Fórum Filatélico y Afinsa, dos empresas que invertían en sellos y supuestamente gracias a los beneficios ofrecían unos intereses de hasta el 11% a sus clientes, pero que, al parecer, extraían el dinero con que los pagaban de la afluencia de nuevos inversores, con lo que si dejaban de llegar no estarían en disposición de seguir cubriéndolos. Sobre el caso de Jorge León, ver el artículo anterior, "La razón de Jorge León". Sobre la eutanasia en general, "A despecho del señor feudal" y "Reflujo mar adentro" son dos artículos más extensos publicados a raíz del caso del tetrapléjico Ramón Sampedro, cuya muerte fue similar a la de Jorge León.
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