10 mayo 2006 |
La razón de Jorge León |
Uno habría podido esperar que las palabras de Elena Salgado salieran de algún obispo, o de la facción conservadora del PP, o de una de esas asociaciones pro-vida que valoran tan poco su estandarte y caballo de batalla que incluyen dentro de él el extremo de degradación infecciosa e inconsciencia al que Jorge León no quería llegar bajo ningún concepto. Pero que una ministra socialista de Sanidad diga que ahora no corresponde plantear el tema de la eutanasia, y que para facilitar la muerte digna ya están los cuidados paliativos, invita poderosamente a espetarla, como César a Bruto: "¿Tú también, hija mía?" Es asombroso que unos escrúpulos basados en nada sigan permitiendo a estas alturas la sangrante paradoja que denuncia León en su brillantísimo blog y que va mucho más allá de la dignidad: que nadie dude de que una persona tiene derecho a decidir sobre su vida pero no se le permita hacerlo sobre su muerte. Con las ayudas externas que sean necesarias, por supuesto, ya que el Estado sí que se las garantiza a otros colectivos que no pueden autoadministrarse sus derechos como los enfermos, los ancianos o los estudiantes. ¿Cómo que no urge plantear el tema? Todos los argumentos posibles, a favor y en contra, están ya sobre la mesa, así que no hay razón para demorar la solución legislativa que lo resuelva. Lo de los cuidados paliativos roza la mojigatería. ¿Qué pasa, es que sólo el dolor físico justifica que uno se quiera apear de la vida? ¿No hay sufrimientos mayores o simplemente distintos? A la ministra, además, Jorge León le explica en su bitácora que la diferencia entre acortar las últimas horas de agonía y acortar los últimos años de frustración y vacío es puramente temporal. Al presidente de la Comisión de Ética del Colegio de Médicos de Valladolid, que al parecer cree que "si a estos enfermos se les diera cariño y atendiera, no tendría lugar el planteamiento de la eutanasia", le responde también que no se esfuerce en darle razones si no puede proporcionarle los autoengaños y mecanismos de defensa que la vida le daba antes para seguir viviendo. Sin ellos, Jorge León llegó a forjarse en sus últimos años un sugestivo personaje (otro autoengaño, seguro que él también se daba cuenta de ello) reconcentrado en su propia razón y mirando desde las alturas intelectuales todo lo que tuviera que ver con el cuerpo. Despreciando con aristocracia la resistencia y los progresos, tan inútiles como paternalmente magnificados en los medios, de Christopher Reeve. O detectando el egoísmo que subyacía al cariño de sus allegados cuando trataban de disuadirle del suicidio, un desenlace necesario que no debía estar sujeto a la coyuntura de las debilidades humanas. Incluso, definiendo sus propios reparos a tomar la decisión final como los trucos de la biología para mantenerle vivo. Antes de que una crisis en su estado físico le privara de su último reducto psíquico, Jorge León consiguió encontrar esa "mano hábil" que supliera a su "mano inútil". Tenía todo el derecho a disponer de su vida, ya que sólo él la sufría. "Y si el propietario fuera algún supuesto dios... que venga a demostrármelo".
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Referencias y contextualización Jorge León Escudero, un vallisoletano de 53 años que había quedado pentapléjico tras un accidente sucedido en 2000, apareció muerto en su casa el jueves 4. Antes había expresado repetidamente su deseo de morir y de que alguien le ayudara a hacerlo: "Necesito la mano hábil que supla mi mano inútil". La última frase también está literalmente citada de su interesantísimo blog. Del caso de Jorge León vuelve a hablar el artículo siguiente, "Contra la comodidad". Otros artículos más extensos sobre la eutanasia son "A despecho del señor feudal", publicado en la edición nacional del periódico El Mundo, y "Reflujo mar adentro", publicado en el periódico digital Solidaridad Latinoamericana. Ambos se redactaron al calor del caso del tetrapléjico Ramón Sampedro, análogo al de Jorge León. |
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