2 junio 2010
Detrás de las bambalinas
 

 

Lo observó Ricardo Iniesta al introducir esa versión gitana de La casa de Bernarda Alba en la que Lorca seguramente habría visto realizadas sus utopías estética, social y divulgadora: Valladolid tiene una suerte inmensa al contar con el Festival de Teatro y Artes de Calle y debe cuidarlo. Desde luego. Suerte de que las autoridades municipales lo sigan apoyando contra vientos económicos y mareas ideológicas, y, sobre todo, suerte de que a la cabeza, y aún más si cabe en el corazón del mismo, se encuentre Javier Martínez.

El programador de Ambigú tiene muy claro que la forma de ganarse al pueblo es, curiosamente, huir del populismo, no darle lo que pide por defecto sino presentarle lo que no sabía que existía. El resultado es que el TAC ha llenado un año más las salas, calles y parques de la ciudad de propuestas audaces, modernas, nada acomodaticias, y que la gente las ha vuelto a secundar con entusiasmo.

Me queda la duda de si Javier sentirá que no ha tenido tanto éxito con el jurado oficial al que permitió escudriñar y enjuiciar tras las bambalinas su magnífica creación. Aunque lo escogiera de personas supuestamente no especializadas (una limitación personificada por mí más que por ninguno de mis compañeros), lo cierto es que hemos acabado premiando en masa a los espectáculos indoor (francamente buenos, por lo demás) y negando un plus de reconocimiento a los propiamente adscritos a la esencia del festival recogida en la última letra de su acrónimo.

Al final, un jurado, para justificar su propia existencia, necesita fundamentar sus juicios estéticos en parámetros objetivos de calidad, da más pábulo a los caprichos del autor que a los del público y se olvida de sutilezas posmodernas como la teoría de que la obra de arte la construye el receptor, que tanto nos seducen siempre que no haya que aplicarlas. En suma, Javier ha vuelto a conseguir que el teatro de calidad salga de las bambalinas y conquiste la ciudad y a los ciudadanos. Pero, al menos este año, el jurado se le ha quedado dentro.


 
 

 

Referencias y contextualización

La XI edición del Festival de Teatro y Artes de Calle de Valladolid, dirigido por Javier Martínez, se celebró entre el 25 y el 30 de mayo. El jurado oficial, del que formó parte Kiko Rosique, decidió otorgar el premio al mejor espectáculo a la compañía Baro d' evel Cirk Cie por Le sort du dedans, el de mejor espectáculo de circo a Le Boustrophédon por Court-miracles, el de mejor interpretación a Jonathan Capdevielle por su papel en Jerk, de Gisèle Vienne; y el de espectáculo más novedoso o innovador a Senza Tempo, por Anatomía de un sueño. Todos ellos eran espectáculos de sala, salvo el primero, que se desarrollaba en el interior de una carpa.

El Festival también reconoció a Ricardo Iniesta y su compañía Atalaya por poner en escena una versión de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, interpretada por mujeres gitanas del barrio de chabolas sevillano del Vacie. Lorca, además de su gusto por la estética gitana, creó una compañía de actores universitarios llamada La Barraca que se propuso llevar el teatro a las zonas rurales de España.

El artículo escrito por Kiko Rosique para El comediante, guía oficial del Festival, es "El teatro en la calle".

 

 

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