6 junio 2001 |
El Día D |
Hay batallas que deciden el curso de toda una guerra. Hay hechos de armas que se transforman en guión cinematográfico, regiones del mapa que adquieren metonímicamente el paisaje de su costa y la edad que tenía en un año concreto, y días que pierden el nombre de soltero y pasan a intitularse con la inicial de la palabra que engloba a todos los de su especie. El desembarco ha de ser por la noche. Apenas la oscuridad se cierna sobre las posiciones defensivas del enemigo, los primeros contingentes aliados se desplegarán sobre la playa silenciosa. Su labor es esencial, ya que incluso algún general alemán reconoce que las horas iniciales van a ser decisivas para la suerte de la invasión. En ellas, los adelantados deberán hacerse con el control de la franja costera y establecer sobre la arena las cabezas de puente necesarias para permitir el traslado posterior del grueso de las tropas de ocupación. Es posible que tengan que arrostrar de nuevo la virulencia de las cargas de la Wehrmacht, puesto que, si bien es cierto que las declaraciones de los últimos días permiten atisbar un ligero grado de concienciación por parte de las autoridades enemigas para no repetir imprudencias, por batallas anteriores ya es tristemente célebre la reticencia del führer a aceptar la capitulación de sus fuerzas hasta que la derrota no se convierte en masacre. El futuro de la libertad estará en sus manos. Por cierto, sería interesante que el Estado Mayor conjunto de los aliados se encargara de dictar las órdenes oportunas para destinar a los stalinistas que tengan ganas de bulla al frente ruso, a fin de que se les refresquen un poco las calenturas revolucionarias. Porque este año volveremos a ganar. Pero esta vez ganaremos bien. Como corresponde a los preparativos de una invasión, los pilotos nos pasaremos las semanas previas bombardeando las líneas enemigas desde la impunidad del aire, tratando de demoler a base de propaganda su moral y sus pretensiones justificatorias. Ya se sabe que las guerras hoy día se ganan ante la opinión pública. Con algo de suerte, las únicas conflagraciones que presenciará la próxima noche de San Juan se referirán a la acepción literal de la palabra, traducida en hogueras. Nota: Naturalmente, este texto es un relato histórico y, como tal, cualquier parecido de los hechos y personajes que se describen con la realidad será... pura coincidencia.
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Referencias y contextualización El día de la publicación de este artículo se cumplía el aniversario del desembarco de Normandía por las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial; esta jornada ha pasado a la Historia con el apelativo militar de "el Día D". El desembarco se hizo efectivamente por la noche y el papel crucial de la primera oleada fue establecer las cabezas de puente para permitir el paso del grueso de las tropas. En batallas anteriores como Odessa o Stalingrado, Hitler se había distinguido por demorar la rendición lo más posible, hasta que la derrota de la Wehrmacht se convirtió en una carnicería. El 23 de junio de 2000, festividad de San Juan, el alcalde de Valladolid Javier León de la Riva prohibió la celebración tradicional de tono ácrata en la playa de las Moreras y, cuando grupos de jóvenes reclamaron libertad para organizar el festejo como solían hacerlo y se instalaron allí, la Policía cargó contra ellos y fue recibida a pedradas. Con una treintena de heridos declarados entre sus filas (dijeron que cargaron sin escudos) y aproximadamente la mitad entre los agresores, los agentes se retiraron. Sobre este tema, ver el artículo "Plantificarás las fiestas" . Ante la proximidad de una nueva edición de la fiesta, Javier León se había algo más conciliador. En la nota final, aparte de rematarse la broma de la comparación entre las autoridades municipales y las de la Alemania nazi, se sugiere también una burla hacia las pretensiones científicas de la Historiografía, similar a la expresada en el artículo "Los documentos". |
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