4 septiembre 2002 |
El partido de presentación |
Parece que los líderes políticos, que últimamente tienen que demostrar sus habilidades deportivas para granjearse la admiración intelectual del pueblo, han adquirido la costumbre futbolística de preparar la temporada con un día de presentación o pachanga veraniega ante sus respectivas aficiones. Para esto los castellanos somos la mejor hinchada. Es posible que luego, cuando sus señorías entren en materia y la política se convierta en el espectáculo erótico-festivo que corresponde, las ligas y las copas se las repartan otros, y algún despistado ajeno al concepto de profesionalidad se crea con derecho a reclamar que nuestros delanteros sigan sintiendo los colores cuando les telefonean desde Madrid. Pero, de momento, el glamour de la pretemporada es cosa nuestra. Un evento entrañable, simbólico, prestigioso, que no aspira a traducirse en un beneficio concreto para el equipo local. Algo así como el Trofeo Ramón de Carranza, vamos, trasladado a Rodiezmo o a Quintanilla de Quien Sea. Los cronistas deportivos también aprovechamos para ir limándole a nuestro sentido crítico esos kilos de más que ha cogido en verano, y así, sin acritud, sin trascendencia, con la perpleja cara de chiste del que se acaba de levantar, podemos sacarle alguna pega al discurso de Zapatero, la figura del partido que estuvo de presentación el domingo. ¿Qué es eso de que la mitad de los ministros tengan que ser mujeres? Ese tipo de paridas (quería decir paridades) tienen sentido en los guateques, donde uno hace lo posible para que liguen todos, pero suenan ridículas como discriminación positiva en un grupito exiguo que sólo abrirá las puertas a cinco o seis mujeres. El otro posible razonamiento, que la mitad femenina del gabinete representará más apropiadamente a la mitad femenina de la población por el mero hecho de compartir sexo, roza los límites de la idiocia. Tampoco es recuperar la memoria histórica de los que perdieron la guerra lo que hace falta ahora. Esa etapa ya está superada. En la última década, todos los reportajes, noticias y obras de ficción sobre el tema han estado pensados desde la perspectiva del bando republicano. Siempre ha habido unos buenos y otros malos. Lo urgente y lo meritorio, aunque cueste decirlo, sería más bien atreverse a retratar los ideales discutibles pero sinceros que llevaron a muchas personas a dar la vida por unos principios que hoy nos resultan repugnantes a la mayoría.
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Referencias y contextualización El presidente José María Aznar había salido en la portada de El Mundo haciendo footing con un grupo de atletas aficionados que había ido a visitarle a La Moncloa, aunque la tendencia de los políticos a hacer suyas la saludabilidad y la cercanía que aúna en sí el deporte empezaba a ser ya una tónica general. Por otra parte, Aznar tenía costumbre de pasarse todos los años por estas fechas por el pueblo vallisoletano de Quintanilla de Onésimo a jugar una partida de dominó con sus amigos de allí. Era recurrente el recuerdo entre irónico y peyorativo a la advocación de esta localidad, consagrada al líder falangista Onésimo Redondo El Gobierno de Aznar tenía en estos momentos cuatro ministros originarios de Castilla y León, y era frecuente la especulación sobre si desde sus puestos favorecerían los intereses de la región. El último en fichar fue el ministro de Presidencia y antiguo presidente de la Junta de Castilla y León Juan José Lucas (ver "La niña se casa"). El domingo 1 de septiembre, el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, acudió a Rodiezmo (León) donde dio un pequeño mítin ante la delegación local del partido. Defendió la paridad de sexos en el Ejecutivo y ensalzó la labor de las asociaciones en defensa de la memoria histórica, que es el término con que se autobautizaron los colectivos que se proponían encontrar los restos de todos los republicanos fusilados por las tropas franquistas en la zona y enterrados en fosas comunes, con el objeto de darles una sepultura digna. Sobre este último tema, ver "El ángel de la Transición". |
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