3 julio 2011 |
El rescate de Europa |
Vista la naturalidad y la sensación de inexorabilidad con que ha dispuesto dejar en la calle a todos los funcionarios con contrato temporal de Grecia, me parece que ya no hay duda de que es Europa la que necesita urgentemente un rescate. Por supuesto, de su célebre modelo social, raptado por esa competitividad a cuyo lomo se ha encaramado la UE sin meditar que la lleva a una carrera sin fin: si aquí los costes laborales se bajan de cinco a cuatro, otro pondrá los suyos a tres, y al final todos los países del mundo acabarán imitando a esa China admirable que optimiza la eficiencia siendo dictatorial en lo político, capitalista en lo económico y esclavista en lo social. Pero también un rescate de algo aún más primordial en la cultura europea: su mismísima concepción del individuo. Si éste es un ser autónomo y un sujeto de derechos, ¿por qué los funcionarios despedidos (tomados de uno en uno, que es lo único que somos) tienen que hacerse responsables de las penurias financieras de un colectivo-país donde no han escogido nacer? ¿Qué tipo de solidaridad impuesta legitima que se condene a una persona por algo que no es culpa suya? Si cualquier heredero puede renunciar a un legado familiar que descubre en números rojos, ¿por qué un griego cualquiera ha de empeñar su empleo y su futuro para pagar las deudas contraídas por otros griegos? Ni siquiera en la función pública un tribunal aceptaría la nacionalidad como motivo de despido justificado. Europa, si sigue siendo Europa, la que nació en Atenas y no en Esparta, no puede poner a su plan de rescate condiciones que sabe que van a sacrificar las expectativas vitales de miles de inocentes. Sería mejor cualquier otra cosa; hasta que Grecia se hubiera declarado en bancarrota y los bancos no recuperasen su dinero, como ocurre en otras inversiones fallidas. Naturalmente, sería también injusto que se pusieran en peligro los ahorros de sus clientes, que no les han autorizado a invertir en deuda griega. Pero, para evitar eso, lo que habría que hacer es obligar a todas las entidades que arriesgan dinero a detraer de antemano un porcentaje de sus beneficios y crear un fondo que garantizase íntegramente, no sólo hasta 100.000 euros, los depósitos que tuvieran confiados. No se trata de demonizar al sector financiero ni a sus directivos. Pero lo que no puede ser es que los inversores rentabilicen las apuestas que les salen bien y que, en cambio, cuando se deprecian como la deuda soberana de un país o las viviendas en España, endosen indirectamente las pérdidas a los funcionarios griegos o a los hipotecados que sólo pueden devolver la casa al 50 ó 60% del precio por el que fue tasada. Y, en definitiva, lo que no se puede consentir es que, tras dos décadas explotando el mercado inmobiliario, ahora encuentren otro igual de lucrativo prestando a los estados el dinero con el que éstos tienen que paliar los daños provocados por el agotamiento del primero.
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Referencias y contextualización El sábado 2, los ministros de Hacienda de la UE aprobaron la concesión de un préstamo de 12.000 millones de euros a Grecia, un fondo formado en buena parte por la renovación de los créditos por los bancos que ya habían comprado deuda pública griega. Lo hicieron a condición de que el Gobierno y el Parlamento griegos aprobaran un plan de recorte del gasto que, entre otras medidas salariales y fiscales, dispuso recortar el empleo público en 150.000 puestos de trabajo a base de no renovar a ninguno de los funcionarios que tuvieran contrato temporal y reponer sólo a uno de cada diez jubilados. El viernes 1, el Consejo de Ministros aprobó elevar del 50% al 60% de su tasación original el precio por el que el comprador de una vivienda que no pudiera pagar la hipoteca podía devolverla al banco, así como elevar el mínimo de salario que no tenía derecho a embargar la entidad financiera al hipotecado. No aprobó, como le reclamaban las formaciones de izquierda, implementar la "dación en pago", es decir, que éste último saldara sus deudas con el banco simplemente con devolver la vivienda. El rapto de Europa es un relato mítico, muchas veces llevado a la pintura, en el que la joven fenicia de tal nombre se monta en el lomo de un toro blanco sin saber que se trata del dios Zeus, el cual echa entonces a correr y se la lleva a Creta, donde la seduce o la viola, según las versiones. La reclamación de que los bancos amplíen su contribución al Fondo de Garantía Salarial para que éste cubra la totalidad de los ahorros de sus clientes y no simplemente 100.000 euros por persona y entidad ya se argumentó en "Los bancos, únicos responsables de sus riesgos".
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