25 abril 2001 |
Fantasmas (Yo no estuve en Villalar) |
En demostración de mi lealtad al presidente Herrera, yo tampoco acudí a la campa de los comuneros. Claro que, más papista que el Papa, en mi caso no asistió ni siquiera el corazón. Perdí el poco interés que me quedaba cuando comprobé que en el programa no figuraba mi anhelado careo entre Nacho Lewin y Rodríguez de Francisco para dirimir quién sale ganando y quién perdiendo en los agravios comparativos entre Valladolid y León, y terminé dedicando el lunes a visitar la Comala de Pedro Páramo, que a fin de cuentas es otro poblado de fantasmas. Me da a mí que, pese a las alucinaciones de algunos, los de Padilla, Bravo y Maldonado hace ya tiempo que no se dedican a vagar por su monolito y a susurrar la revolución en los oídos de los nuevos patriotas de Castilla. Lo mejor de los muertos es que ya no tienen que aparentar, y no creo que a los comuneros les seduzca demasiado vender lo que fue una mera defensa de sus intereses gremiales como el glorioso sacrificio demócrata que quiso evitar la decadencia de Castilla. Sólo ellos, que no miran con los ojos del siglo XX, saben que en 1521 nadie podía prever que el mundo lo controlarían las potencias industriales o que la legitimidad política acabaría abandonando a los reyes y denominándose representación ciudadana. En los cadáveres oscilantes de los tres ahorcados, los que se balancean, lúgubres y amenazadores, son otro tipo de fantasmas: los de la miseria, la ingratitud y el abandono que siempre han coloreado un regionalismo eminentemente reactivo como el castellano. Siempre contra otros, contra los ricos, los favorecidos por esa política de Madrid que dicen que deshizo a Castilla. Se lee en el Mensaje de Castilla de 1918 y en el proyecto de Estatuto que se esbozó durante la República: no queremos hacer como vascos y catalanes, no queremos disgregar España. ¡Nosotros hemos hecho España! Sólo queremos constituirnos en autonomía para que los demás no se aprovechen de nuestra sumisión. La historia del regionalismo castellano es una triste canción. He visto manar de labios inteligentes verdadera melancolía por el hecho de que no hayamos sido capaces de crear una conciencia regional. Sinceramente, a mí me da igual. El patriotismo es una mística tan plebeya, un borreguismo tan cerril, una exaltación tan absurda de las propias limitaciones... La solución a un fantasma con cadenas no puede ser un bufón con raíces.
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Referencias y contextualización El presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, anunció que no acudiría a la celebración de la fiesta autonómica en Villalar de los Comuneros (Valladolid, 23 de abril), porque tenía otro compromiso, pero que estaría "de corazón". Hasta entonces, el PP siempre había sido remiso a enviar representantes a la campa de Villalar, debido al ambiente predominantemente regionalista y de izquierda que se respira y al recibimiento hostil que en muchas ocasiones se les ha dedicado. Sin embargo, Herrera quiso acabar con esta tónica y, a pesar de su ausencia en esta edición, a partir de 2002 normalizó la participación del presidente de la Comunidad en la celebración popular de Villalar. Ignacio Lewin era presidente del Real Valladolid Deportivo, y se había quejado de que el intento de no caer en el centralismo derivaba al final en beneficios para León y perjuicios para Valladolid. En cambio, José María Rodríguez de Francisco, diputado de la Unión del Pueblo Leonés en las Cortes de Castilla y León, había protestado por el supuesto favoritismo de la Junta hacia Valladolid. Comala es el pueblo fantasma habitado por muertos al que regresa Pedro Páramo en la novela de Juan Rulfo. Padilla, Bravo y Maldonado fueron los líderes del movimiento comunero, derrotados y ejecutados (degollados, no ahorcados: ver el artículo siguiente, "Carnets de identidad") en 1521 por las tropas de Carlos I tras la batalla de Villalar. El regionalismo castellano los considera sus mártires fundacionales, debido a que trataron de oponerse a las exacciones del rey para pagar su coronación como Emperador del Imperio Alemán; se dice que, tras su muerte, los Habsburgo dispusieron de carta blanca para financiar sus campañas internacionales a costa de la ruina y la esclavitud de Castilla, cuya industria fue completamente descuidada. En Villalar se les recuerda con un monolito conmemorativo en el que los regionalistas depositan anualmente ramos de flores. Para otros, como el historiador Joseph Perez, los comuneros actuaron ante todo, no por las libertades de Castilla, sino en defensa de los intereses gremiales de los artesanos de las ciudades, sobre quienes recaía gran parte del esfuerzo fiscal. Sobre el movimiento de las Comunidades y su encumbramiento como mito fundacional de Castilla, se puede leer también "Dimisión irrevocable de los comuneros". Frente a la sentencia de José Ortega y Gasset (España invertebrada, 1921) de que "Castilla hizo a España y la deshizo", Claudio Sánchez Albornoz (España, un enigma histórico, 1963) afirmó que fue España la que deshizo a Castilla. El Mensaje de Castilla (1918) fue un texto enviado por representantes de las nueve provincias actuales de Castilla y León a las Cortes Generales, en protesta contra las Bases para la Autonomía de Cataluña que había redactado la Generalitat de Cataluña como proyecto de ampliación de la ya conseguida Mancomunitat. En él se afirma la unidad de España, pero se solicita que, en caso de que se admita la constitución de regiones descentralizadas, se conceda también una a Castilla, para no quedarse atrás respecto a los avances que otras regiones más reivindicativas obtendrían del Gobierno central. Esta postura se repite de forma aún más explícita cuando en 1932 se aprueba el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Otro artículo irónico sobre la conciencia regional castellana es "Mis abuelos los comuneros". |
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