22 diciembre 2010
Heráclito, asesor electoral
 

 

Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Ni siquiera esas llaves que tiran los enamorados al Duero desde la pasarela de San Saturio en Soria y que, ya queden ancladas en el fondo o bien sean arrastradas por la corriente, serán acariciadas por aguas y arenas siempre distintas por más que en la barandilla cuelguen los candados donde las parejitas han grabado voluntariosamente sus nombres para dar fe de su voto eterno. Por unos días, pareció que desafiaba la cruda realidad ese palentino multado por exceso de velocidad 20 años después de su muerte, pero la DGT se dio cuenta a tiempo, le bajó los humos etéreos y le plantó otra vez los pies en el suelo.

Lo curioso es que esa dolorosa tragedia del tempus fugit, esa insoportable levedad del ser, esa hipoteca consustancial a la vivienda que arrendamos apenas unas mensualidades a la historia del cosmos, se convierte en manos de los políticos en un cascabel que tintinean para atraer al rebaño a su papeleta electoral. El último en ondear la bandera del cambio ha sido Óscar López, pero, si acaso con una dosis un poco menor de pureza, ya lo han hecho todos los partidos españoles antes, y por supuesto también los demócratas de Obama. En principio, cualquiera diría que se trata de un estandarte especialmente indicado para que lo agiten los partidos que están en la oposición, pero no se crean: también se conocen casos de gobiernos consolidados que llegaron a prometer el cambio del cambio.

Este empeño en proclamar la negación de nuestro presente debiera darnos que pensar. Aunque en la democracia actual las modificaciones de un partido respecto a otro apenas propinen al núcleo duro del sistema leves arañazos de gatopardo, la omnipresente promesa de una vida futura mejor supone un reconocimiento implícito de nuestra insatisfacción y por tanto también de la incapacidad de quienes nos gobiernan para solucionarla. Parece lógico que los periodistas andemos deseosos de novedades, e incluso que aventuremos candidaturas ya decididas a partir de respuestas que quizá sólo pretendieron ser una evasiva, pero no lo es tanto que los encargados de garantizar nuestro bienestar nos lo presenten legislatura tras legislatura como una quimera jamás alcanzada.

 
 

 

Referencias y contextualización

"Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río" es la célebre cita atribuida al filósofo presocrático Heráclito de Éfeso con la que éste pretendía significar que en la vida todo es cambio y no hay una permanencia del ser como la que defendía Parménides. Aquí se toma como punto de partida del artículo a raíz de este reportaje publicado en El Mundo de Castilla y León. Por las mismas fechas, la DGT había multado por exceso de velocidad a un palentino que llevaba 20 años muertos, aunque recitificó a tiempo.

El secretario general del PSOE de Castilla y León, Óscar López, llevaba meses haciendo precampaña de cara a las elecciones autonómicas de mayo bajo el lema de "Puro cambio" (a su estreno se hace referencia irónica en el artículo "Ocaso y amanecer del mensaje político"). Los socialistas, que ganaron las elecciones generales de 1982 con el eslogan "Por el cambio", prometieron de cara a 1986, no la consolidación del mismo, sino el "cambio del cambio".

En El gatopardo, novela de Giusseppe Tomasi di Lampedusa escrita a mediados del siglo XX pero ambientada cien años antes, el protagonista, un aristócrata deseoso de mantener su estatus pese a las revoluciones liberales, profiere la irónica y pragmática frase: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".

El 20 de diciembre, una frase en un contexto informal pronunciada por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la copa de Navidad en el Palacio de La Moncloa, fue transcrita e interpretada por los periodistas como el anuncio de que ya había tomado la decisión de presentarse o no a las elecciones de 2012, y de que sólo la conocían su mujer y un dirigente del PSOE que no identificó. El siguiente artículo, "No hay texto sin contexto", también cuestiona la exactitud de esa frase, a la cual el propio presidente quiso restar trascendencia en una entrevista en Onda Cero el 4 de enero.

 

 

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