14 septiembre 2005 |
¿La metafísica cambia de partido? |
No fue ésa la causa del vuelco electoral de 2004, pero, por aquellas fechas, y ante la unanimidad que existe desde hace tiempo en cuanto a la política económica, lo racional era votar al PSOE para librarnos de la metafísica. Metafísica era, por ejemplo, impedir el matrimonio gay, poner trabas al aborto o a la investigación con embriones, obligar a los niños a estudiar Religión, sacralizar la unidad de España, anhelar la gloria del protagonismo internacional. Porque los principios que inspiraban esa política están más allá de la física, de la única realidad que existe mientras no se demuestre lo contrario. Recorriendo a contrapelo los argumentos católicos y patrióticos, remontándonos a sus premisas últimas con un poco de sentido crítico, es fácil descubrir que no se basan más que en figuraciones mentales, abstractas e indemostradas, que carecen de referente real y no reportan ningún bienestar a los ciudadanos. Hay que reconocer que los socialistas, en el año y medio que ha trancurrido desde que se instalaron en el Gobierno, han llevado la lógica empírica a algunos ámbitos donde antes reinaba la metafísica. Lo han hecho con demasiados escrúpulos y medias tintas, y por timidez y miedo a tirar demasiado de la cuerda han incurrido en contradicciones flagrantes. Aun así, les han llamado sectarios y les han acusado de dividir a la sociedad. Qué se le va a hacer. El que un buen número de españoles sientan ultrajados o marginados sus propios prejuicios no puede condicionar la política del Gobierno. Es a ellos a quienes corresponde desarrollar su sentido crítico, ya que no lo han hecho antes, y darse cuenta de que, aunque estuvieran acostumbrados a otra cosa, lo normal, lo neutral, lo objetivo, lo único que no se basa en fantasías, era esto. Pero sucede que, aunque para este nuevo curso Zapatero prometiera en Rodiezmo una política de izquierdas, y algunos de sus planteamientos sonaran bastante bien, Alfonso Guerra se encargó de recordarle que la reforma de los estatutos no tiene por qué ser un progreso. Es más, en tanto que el motor del proceso no es el bienestar de la mayoría, sino entelequias como nación, identidad o derechos históricos, entra de lleno en el terreno de la metafísica. Rajoy tenía toda la razón cuando dijo en la Cope que sería deseable que, ante las nimiedades y tonterías de sus dirigentes, los catalanes reaccionaran con un poco más de (¿adivinan qué?) sentido crítico. En una soberbia tribuna publicada aquí a primeros de año, Pedro Carasa enumeraba las incompatibilidades que existen entre el ideario socialista y el nacionalista. En realidad, la izquierda histórica sólo se sumó a causas de emancipación nacional cuando Lenin se opuso al imperialismo como fase última del capitalismo. Y, bueno, de haber colonialismo económico en algún sentido, es evidente que las metrópolis serían Cataluña (como, en un contexto equivocado, dijo Herrera el otro día) y el País Vasco. Todavía está por ver si el estruendo estatutario hace inaudibles el resto de medidas sociales que promete el PSOE, y si el PP sabe aprovecharlo sin recaer en sus propias entelequias. Pero, en caso doblemente afirmativo, el que la metafísica cambie de partido justificaría de sobra que lo hiciera también el voto de cualquier ciudadano con un mínimo de sentido crítico.
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Referencias y contextualización El domingo 4, como tenía por tradición desde antes de llegar a la presidencia del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero inaugura el curso político en las fiestas mineras de la localidad leonesa de Rodiezmo. En su discurso anunció que aprovecharía la buena situación económica para hacer políticas sociales, como el aumento de las pensiones mínimas, las becas y el salario mínimo interprofesional, la ayuda al desarrollo y la inversión en I+D+i. Sin embargo, poco antes que él habló el ex vicepresidente Alfonso Guerra y rechazó que los socialistas contrarios a la inminente reforma de los estatutos fueran unos inmovilistas. En estos momentos, en Cataluña se estaba ultimando la negociación del nuevo Estatut, algunos de cuyos puntos de discusión eran el atributo de nación y los supuestos derechos históricos de Cataluña. El miércoles 7, el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, calificó de "colonialismo" la supuesta actitud de los "nacionalismos radicales" hacia el resto de España, al que, según su opinión, consideran "un mercado económico". Herrera hizo estas manifestaciones en el contexto de la OPA hostil con la que la compañía Gas Natural, cuyo máximo accionista era La Caixa, pretendía apoderarse de la empresa eléctrica Endesa, hasta entonces con un consejo de administración dominado por Caja Madrid. Sobre la política "metafísica" del Partido Popular, en un artículo publicado el 10 de marzo de 2004, víspera de los atentados del 11-M y cuatro días antes de las elecciones generales, ver "La derecha a la que podría votar yo". Sobre la apertura socialista del curso político 2002-2003 en Rodiezmo, la tradicional visita de José María Aznar a Quintanilla de Onésimo por las mismas fechas y algunos puntos que mencionó Zapatero en su discurso de aquel día (paridad de hombres y mujeres en el Gobierno, memoria histórica), ver "El partido de presentación". |
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